Audrey Hepburn: más allá de los diamantes, las vacaciones en vespa y los cuentos de hadas

Andrea Merino García

Tiempo estimado de lectura: 8 minutos

Audrey Hepburn fue la actriz dulce y elegante que nos enamoró a través de la pantalla en grandes clásicos del cine como Vacaciones en Roma, Desayuno con diamantes o Sabrina. A lo largo de su carrera cinematográfica, Hepburn formó parte de otros proyectos que no llegaron a obtener el suficiente reconocimiento y se quedaron olvidados en el cajón de la actriz. En este artículo hablaremos de algunos de esos títulos, concretamente de Historia de una monja, Cómo robar un millón y… y Sola en la oscuridad.

Historia de una monja (1959) – Fred Zinnemann

Gabrielle Van Der Mal (Audrey Hepburn), hija del reconocido cirujano Dr. Pascin Van Der Mal  (Dean Jagger), decide abandonar la vida junto a su familia para ingresar en un convento con la esperanza de que la destinen al Congo Belga para trabajar en el hospital. Desde ese momento y en adelante se la conocerá como Hermana Luca. Sin embargo, su fuerte carácter; contrario a los votos de pobreza, castidad y obediencia exigidos por la iglesia; y, más adelante, la llegada de la Segunda Guerra Mundial; en la cual debería ser neutral pues las monjas debían ayudar a heridos de ambos bandos; le harán abandonar los hábitos.

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Sin duda, en Historia de una monja se da una de esas raras excepciones dentro del cine en la que es demasiado complicado separar a la actriz del personaje pues se funden en uno mismo. Habitualmente, tendemos a marcar distancia en las películas pues somos conscientes de que todo es, al fin y al cabo, un montaje; a pesar de ser capaces de emocionarnos y empatizar con los personajes. Sin embargo, en esta obra esa distancia que solemos marcar desaparece gracias a la interpretación de la actriz. 

A pesar de que no contó con un gran vestuario de Hubert Givenchy, ni un maquillaje muy marcado, Audrey Hepburn preparó el papel más desafiante de toda su carrera: el más difícil, el más doloroso desde un punto de vista físico y el más agotador. Encarnó a la Hermana Luca de una manera impecable. Durante su estancia en el convento, las monjas están sometidas al gran silencio, por tanto, no son muchos los diálogos que se dan durante cierto tiempo de la película, pero nuestra protagonista con su dulce rostro y sus gestos consiguió decir mucho más que con las palabras.

La película nos permite avanzar a la vez que avanza el personaje de Grabielle. El espectador en ningún momento (o en muy pocas ocasiones) se adelanta al personaje pues todos los pasos que ella da, los damos al mismo tiempo. Esta es una manera fantástica de contar la historia ya que nos insta a formar parte del camino de la Hermana Luca y acompañarla hasta el final. 

Es posible que, a primera vista, y sobre todo por el título, el largometraje no llame tanto la atención como han podido hacerlo otras películas protagonizadas por Audrey Hepburn, pero esto es, al mismo tiempo, lo más interesante. Cuando uno decide darle una oportunidad descubre que la cinta va más allá y nos presenta el proceso de cambio y maduración, ya no de una monja, sino de un ser humano como Grabielle, algo por lo que pasamos todos y cada uno de nosotros en algún momento de nuestras vidas. Nos enseña a ser fiel a uno mismo sin reprimir lo que sentimos o lo que pensamos. Y es que, a veces, la vida tiene otros planes muy diferentes a los que teníamos nosotros, ¿será que hay que arriesgarse a colgar los hábitos y ver qué hay más allá de las puertas del convento?

Detrás de Historia de una monja

Audrey Hepburn quiso participar en todos los aspectos de la película desde el primer momento pues le parecía una historia apasionante y, sobre todo, se sentía muy identificada con la Hermana Luca. Así, aprendió a utilizar instrumentos quirúrgicos y empezó a conocer todos los detalles de la vida conventual.

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Conoció a la verdadera Hermana Luca (Marie Louise Habets), a quien sus amigos llamaban Lou, para hacerle preguntas y aprender detalles sobre el vestuario, los rituales, los gestos (cómo caminar, arrodillarse, santiguarse) y la conducta en un convento. “Al principio no quería conocerme en realidad. Consideraba que la historia era cosa de mi vida privada. Se limitaba a quedarse sentada y a mirarme sin hacer preguntas”, comentó Lou. Sin embargo, ella consiguió que Audrey se sintiera a gusto interesándose por su vida y su carrera y hablando de Bélgica, pues ambas habían nacido allí. Audrey no tardó en relajarse y las dos mujeres acabaron compartiendo un gran afecto.

El calor y la humedad durante el rodaje en el Congo Belga resultaron agobiantes y los insectos y las serpientes estuvieron presentes durante todas las grabaciones. “Fue un trabajo bastante duro y carente por completo de glamour”, comentó posteriormente Audrey, que explicaba que: “a veces se llegaba a un peligroso agotamiento, pero son los mejores recuerdos que tengo de un rodaje por la estrecha relación espiritual que establecimos con el Congo”. Además, tanto Audrey como el resto de actrices que encarnaban al resto de enfermeras presenciaron algunas operaciones bastante fuertes (la extirpación de un tumor canceroso y una cesárea en la que el niño murió). Resultó una experiencia muy traumática para todos ya que nadie había estado en un quirófano antes.

Cómo robar un millón y… (1966) – William Wyler

Nicole (Audrey Hepburn) es hija de un falsificador de obras de arte. Este presta a un museo para una exposición a la famosa, y falsa, Venus de Cellini. De este modo, al enterarse de los controles que debía pasar la estatua para corroborar su autenticidad, Nicole, junto al ladrón de guante blanco Simon Demott (Peter O’Toole), intentará robar la Venus del museo para evitar que descubran la verdad sobre su padre.

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Hablar de esta película supone hablar de un vestuario magnífico, una pareja impecable y unos diálogos muy divertidos. El encargado de que Audrey Hepburn luciera tan hermosa en cada una de las secuencias fue su fiel amigo y diseñador Hubert de Givenchy. En este caso, para la escena en que Nicole pide ayuda a Simon Demott para el robo, tanto el diseñador como la actriz quisieron arriesgar un poco más y se decantaron por usar un vestido de cocktail en encaje negro a juego con una máscara que destaca con diferencia. Sin duda, nuestra protagonista se ve más sexy y arriesgada que nunca. Además, cabe mencionar el maquillaje tan llamativo que lleva a pesar de ocultarse tras la máscara, ya que es uno que se sale del área en el que estamos acostumbrados a ver a la actriz. Este consta de un doble eyeliner negro muy marcado y muchísimo brillo a lo largo de todo el párpado.

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Es posible destacar en esta película la maravillosa pareja que hacen ambos protagonistas en la pantalla. Una edad cercana, un guion sencillo, pero bien construido y unas secuencias muy dinámicas a la vez que tiernas hicieron que Nicole y Simon se convirtieran en una pareja envidiable. Esto contrasta con la mayoría de hombres que han acompañado a Audrey Hepburn a lo largo de su carrera: señores mucho más mayores que ella (Gary Cooper, Cary Grant, Humphry Borgart…) que hacían las historias de amor mucho menos creíbles. 

Por último, no podemos acabar sin hablar de los diálogos del largometraje. Como hemos mencionado anteriormente, el guion, obra de Harry Kurnitz, es sencillo, pero no por eso pobre. Una de las cosas más llamativas de esta historia es la capacidad de usarlo de forma elegante y nada exagerada para crear situaciones divertidas. En muchas ocasiones no se sabe cómo van a reaccionar los personajes y esos diálogos son capaces de arrancar alguna que otra carcajada. Un ejemplo de ello tiene lugar en el momento en que O’Toole viste a Audrey con las ropas de trabajo que llevan las mujeres de la limpieza del museo. “¿Para qué?”, pregunta ella, y O’Toole le susurra: “Bueno, al menos dará un día de descanso a Givenchy”. Esta fue una de las muchas bromas que divirtieron a Audrey y al resto del equipo. Cabe remarcar que las actuaciones de Hugh Griffith, Jacques Marin y Moustache ayudan también a complementar ese ambiente tan cómico y simpático.

Tras ver la película, muchos podrán quedarse solo con la idea de que es imposible que alguien pueda entrar a un museo y robar una estatua como si nada. Evidentemente todos sabemos que eso en la vida real no pasa. Sin embargo, ¿no es acaso el cine el que nos permite vivir experiencias que, precisamente, no podemos vivir de verdad? Claro que sería fantástico encontrarse una noche en tu salón a un guapísimo y trajeado Peter O’Toole o una perfecta peinada y maquillada Audrey Hepburn justo antes de irse a dormir, pero la vida es un poco menos idílica, así que, por lo pronto, disfrutemos de la película.

Detrás de Cómo robar un millón y…

Cuando aún faltaban dos meses para terminar la película, Audrey Hepburn ya sabía (desde hacía pocas semanas) que estaba embarazada. Los médicos le aconsejaron que pidiera a William Wyler que redujera su ritmo de trabajo, pero ella se negó. “Trabajó sin descanso”, comentó su marido Mel Ferrer.

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Además, Kurt Frings (agente artístico de Hepburn) había negociado con Wyler y la Twentieth Century Fox para asegurarse de que Audrey contaría con el apoyo de sus habituales y fieles aliados: Givenchy la vistió con no menos de dos docenas de modelos; Grazia de Rossi la peinó; Alberto de Rossi se ocupó de maquillarla, y Charles Lang de fotografiarla. Entre todos lograron que Audrey pareciera mucho más joven de los treinta y seis años que tenía.

Sola en la oscuridad (1967) – Terence Young

Susy Hendrix (Audrey Hepburn) es una mujer ciega que perdió la vista a causa de un accidente. Desde ese momento, se esfuerza por ser independiente y hacer las cosas por sí misma, tanto es así que un conflicto inesperado le hará situarse ante la cuerda floja y enfrentarse completamente sola a un gran peligro.

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Hepburn trabajó detenidamente en el papel de este filme. En este momento la actriz ya había interpretado grandes papeles, pero ninguno en el que tuviera que perder alguno de los cinco sentidos. A pesar de la complejidad, se muestra impecable en todas las secuencias. Hepburn protagoniza momentos magníficos en los que muestra sus destrezas sin contar con el sentido de la vista. Estos planos dejaron sorprendidos tanto al resto de personajes como a los espectadores. 

Aunque la historia que narra la película no es revolucionaria, ni resaltan sus decorados ni vestuario, este largometraje cuenta con ciertos momentos en los que nos ponemos en la piel de Susy. La pantalla completamente en negro refleja lo que ve nuestra protagonista, sentimos lo que ella siente y, lo mejor de todo, permite que nuestra imaginación vuele. Cuando una película nos deja todo a la vista es fácil no equivocarse, pero ¿qué pasa con aquello que no se ve? Todo es posible cuando no hay nada que pueda asegurarnos qué está pasando en ese momento. Es ahí cuando ser crea un vínculo entre el público y la historia, porque los primeros pasan a formar parte de lo segundo.

Sin duda, es una película a la que merece la pena dedicarle nuestro tiempo para ver el gran reto que tuvo que afrontar Audrey Hepburn, así como para sentir en propia carne la experiencia, aunque sea durante unos pocos segundos, que para algunas personas es su día a día: vivir inmerso en la oscuridad.

Detrás de Sola en la oscuridad

El director Terence Young fue el paracaidista británico al que Audrey Hepburn y su madre atendieron en la batalla de Arnhem en un hospital holandés en 1945. Tras su reencuentro en el rodaje de Sola en la oscuridad, Audrey y Terence adoptaron la costumbre de hacer todos los días una pausa en el trabajo para tomar el té a las cuatro de la tarde.

Audrey Hepburn desde el primer minuto empezó a preparar el complejo papel que le habían asignado. Se matriculó en una escuela para invidentes, estudió Braille, se obligó a dirigir a sus interlocutores una mirada vacía (sin fijar la vista), aprendió a moverse por una habitación ayudada con un bastón mientras caminaba con los ojos vendados y adquirió la destreza suficiente para marcar los números de teléfono sin mirar y maquillarse sin necesidad de espejo.

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Una vez iniciado el rodaje, nuestra protagonista tuvo que soportar constantes golpes y acabó con numerosas magulladuras, especialmente durante la violenta escena en la que la atacaban. El mismo Alan Arkin, antagonista del filme, reconoció más adelante que lo que menos le había gustado de Sola en la oscuridad fue tener que aterrorizar a Audrey Hepburn.

Con esta película la actriz fue nominada a los Oscar por quinta vez, aunque la estatuilla fue finalmente concedida a Katherine Hepburn por Adivina quién viene a cenar.

Sin duda, Audrey Hepburn cosechó grandes éxitos a lo largo de su carrera gracias a su profesionalidad y esfuerzo. Es por esto que no debemos quedarnos nunca en la superficie, sino que tenemos que profundizar para encontrar las grandes joyas de la corona. En el caso de Audrey Hepburn, esas grandes joyas no se encuentran en Tiffany como pensaba la joven Holly, sino en todos los personajes que encarnó durante décadas pues todos ellos le hicieron crecer, madurar y convertirse en un icono atemporal a nivel actoral y, sobre todo, humano.