¿Qué está pasando en Bielorrusia?

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Quizá ahora mismo el desconcierto reine un poco ante este acontecimiento, pero en realidad se trata de un conflicto sencillo de entender, aunque para ello tengamos que remontarnos algo atrás. Bielorrusia es un país europeo que nace de su separación con la Unión Soviética, hace, en realidad, no tanto. Su independencia se proclamó el 27 de julio de 1990. En ese momento, pasó a ser una república democrática presidencial. Las elecciones se llevan realizando desde entonces cada 5 años. 

Fue en 1994 cuando Alexandr Lukashenko fue elegido presidente del país. Desde entonces, Bielorrusia no ha cambiado de presidente. Esto, de hecho, es algo inédito en la historia democrática del continente, pues hablamos de que Lukashenko lleva gobernando 26 años. 

Durante los primeros años de su mandato, a través de referéndums, fue aumentando el poder de su figura. Desde poder disolver el parlamento, hasta la creación de una nueva constitución en la que se le otorgaban más derechos y libertades (por ejemplo, eliminar el máximo de años que puede presidir una misma persona). 

Pero, ¿quién es Alexandr Lukashenko?

Nacido en 1954 con nacionalidad soviética, Lukashenko se licenció en Historia y se formó en el servicio militar, llegando a servir para el Ejército Soviético en dos ocasiones. En cuanto a su vida política, el primer movimiento fue en 1979 cuando se afilió al Partido Comunista de la URSS.

Una vez ubicado el presidente, también es algo a destacar los últimos primeros ministros designados por él. Sobre todo el último, pues fue elegido apenas dos meses antes de las pasadas elecciones de agosto, cuando empezaron a hacerse visibles las protestas hacia Lukashenko en el país. 

Evidentemente, las relaciones internacionales de este país son de lo más interesante. A lo largo de la historia, Bielorrusia se ha mantenido en un tira y afloja con la Unión Europea puesto que se mueve rozando los límites de los derechos humanos (y, según la ONU, se los salta continuamente) y por ello la Unión Europea se va desmarcando de este país paulatinamente. Concretamente, aquello que más ha ido preocupando a la Unión Europea es la libertad de asociación y reunión, la libertad de expresión y el hecho que Bielorrusia siga teniendo en vigor la pena de muerte. Aun así, según pone en la web de European Union External Action: “La UE está abierta a un mayor desarrollo de las relaciones UE-Bielorrusia y a tomar nuevas medidas para mejorar las relaciones políticas y la cooperación sectorial en el contexto apropiado.”

Así, se puede deducir que, pese a declararse como un régimen democrático, queda algo lejano del concepto y la definición establecida de democracia. Los continuos avisos de la ONU hacia sus faltas democráticas y hacia su privación de libertades son continuos. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas ha denunciado la actuación del país ante las manifestaciones posteriores a las elecciones del pasado agosto debido a que, dice la ONU, se han producido torturas y tratos inhumanos a los protestantes. 

Esta polémica no es para nada actual, de hecho, durante el mandato de 2006-2010 de este mismo presidente, la oposición ya pidió el apoyo popular para unas manifestaciones a favor de una repetición de las elecciones a las que denominó “revolución blanca”, y formó parte del conjunto de las revoluciones “de colores” de los países exsoviéticos que se realizaron a lo largo de esos años. En ese momento, el pueblo y la oposición ya pedían explicaciones ante los fallos democráticos del país. Además, los motivos de crítica que aportaban eran los mismos que, diez años después, siguen reclamando. 

Las pasadas elecciones bielorrusas se celebraron el 9 de agosto de este año, el 2020 y, de nuevo, Lukashenko ganó con una mayoría nada más y nada menos que del 80% aproximadamente. En ese momento, oposición y pueblo salieron a las calles a reclamar el recuento y a mostrar su enfado ante un posible amaño de las elecciones por el ya presidente. En esas mismas manifestaciones, los disturbios estuvieron a la orden del día y hubo más de 7.000 detenciones. Cabe tener en cuenta que uno de los puntos que se reprochan a Lukashenko es, precisamente, su control de la prensa y su poca mano dura con la policía y el cuerpo militar, a los que se tilda de autoritarios y brutales. Además, se trataron de manifestaciones largas y diarias, duraron más de una semana. La más significativa fue la denominada “Marcha por la libertad” a la cual asistieron más de 250.000 personas. De hecho, está considerada la mayor del país.