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Los domingos por la mañana el centro de Madrid está casi desierto. Los diez minutos que separan caminando Banco de España del Museo del Prado da gusto recorrerlos porque la gran ciudad se disfruta mucho más así: silenciosa, vacía, solemne. El Museo también se ve grandilocuente este domingo. Las típicas colas de turistas esperando comprar alguna entrada han desaparecido, tan solo una docena de personas esperan a que la taquilla del Prado abra. En la plaza, un grupo de guías buscan con ahínco clientes que quieran disfrutar de una mañana rodeados de arte: “¿viene usted al Prado?” Ante respuestas afirmativas ofrecen sus servicios durante una hora. Incluso se ofrecen a hacer de guías en la nueva exposición temporal de Invitadas.
Y es que, el Museo del Prado inauguró el pasado 6 de octubre su primera exposición temporal tras la reapertura de sus puertas: Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), que permanecerá abierta hasta el 14 de marzo de 2021. La exposición busca hacer reflexionar sobre el modo en que se concebía el papel de la mujer en la sociedad del siglo XIX y principios del XX a través de las artes visuales, especialmente la pintura. Según el folleto informativo, el recorrido se divide en dos etapas. La primera aborda las obras de hombres que representan a la mujer con la posición desigual y estereotipada de la época, así como objetos complacientes bajo su mirada creadora. La segunda etapa ofrece una selección de obras elaboradas por las pocas mujeres que tuvieron acceso a un mundo de artistas masculinos donde las normas, la formación académica, la participación en la escena artística y el reconocimiento público lo decidían ellos.
Esperando comprar entradas ya es posible augurar el éxito que la exposición parece estar teniendo. Mientras el minutero del reloj va pasando, Madrid despierta y en la plaza del Museo comienzan los vaivenes de madrileños que buscan algo que hacer. Como el acceso al Museo ahora está limitado en aforo y los pases tienen horario, el césped que rodea el edifico se va llenando de familias y grupos que esperan bajo el sol (para contrarrestar el aire helado que sopla) su turno de entrada.
Una vez dentro es posible confirmar el éxito que Invitadas está teniendo. Las salitas están llenas de gente, incluso a veces uno puede preguntarse si los aforos se están cumpliendo. Las audioguías de antaño ahora se sustituyen por aplicaciones móviles donde la voz enlatada habitual es sustituida por las voces de varias trabajadoras del Museo que se han prestado voluntariamente a susurrar al oído del visitante por qué es necesario promover y acudir a esta exposición. En las salas abundan las mujeres, aunque los hombres tampoco han faltado a esta cita. El panorama lo protagonizan bebés, ancianas, familias con hijos, parejas jóvenes, grupos de amigos, almas solitarias… un cóctel muy variado que está interesado en conocer cuál fue la representación de la mujer en el siglo XIX y XX, aunque seguramente ya se la imaginen.
Una mujer explica a su madre o, quizá su tía, lo que representan algunos cuadros y la razón de ser de la exposición. La anciana va en silla de ruedas y ante sus dificultades para ver deben acercarla mucho a las obras. Admira la belleza de los cuadros pintados por mujeres, mientras su hija o, quizá su sobrina, recuerda lo injusto que es que se haya borrado su paso por la Historia del Arte. Marta, una joven estudiante de Trabajo Social que ha venido a ver la exposición, sonríe al ver la escena. En su rostro es posible ver también, en ocasiones, la rabia y frustración ante las injusticias que quedan más que patentes en la exposición. Exclama “¡Madre mía!” al observar el éxito que tenían en el siglo XIX obras como “Crisálida” de Pedro Sáenz Sáenz que representa a niñas prepúberes posando en desnudos sugerentes, un acto que hoy tacharíamos, sin duda, de pederastia. Y se indigna al comprobar cómo algunos cuadros que denunciaban los abusos contra mujeres (aunque poco habituales), como “El sátiro” de Antonio Fillol, eran censurados por sobrepasar los límites de “lo admisible”.
La exposición también redescubre a importantes pintoras que repercutieron en el ámbito artístico del momento intentando salirse de los moldes establecidos, como Rosa Bonheur. El recorrido termina con una película de Alice Guy-Blaché titulada “Las consecuencias del feminismo” en la que se representa una suerte de mundo al revés en el que los hombres ocupan el papel de las mujeres y éstas el de los varones. El metraje podría ser una ironía, una forma de crítica al feminismo o quizá representar una verdadera reivindicación del lugar que las mujeres ocupaban en el mundo. La decisión final quedará en manos del visitante.
Lo que está claro es que el paseo por Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931) invita a quien lo vea a reflexionar sobre el papel que la sociedad impuso a las mujeres hace no tanto tiempo. Y a valorar la importancia del revisionismo dentro de un mundo artístico que hasta hace bien poco excluía a toda minoría (si es que se puede hablar en estos términos) que no entrara en los cánones establecidos por los varones, blancos y heterosexuales del momento. A la salida del Museo, Madrid ya es la frenética ciudad de siempre, llena de vida y de ruido; pero seguro que la exposición ha cambiado algo dentro de todas las personas que han entrado a contemplarla.