ELISA, PCR, pruebas rápidas… ¿Entonces tengo coronavirus o no?

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Eduardo Cantón

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Desde que empezó la pandemia hemos oído hablar de distintas formas de diagnosticar la COVID-19. Seguro que incluso te han hecho alguna de estas pruebas pero, ¿entendemos qué son? Para entenderlas primero vamos a explicar ciertas nociones básicas de microbiología e inmunología.

¿Qué son la COVID-19 y el SARS-CoV-2?

La COVID-19 es como se llama a la enfermedad causada por el virus. SARS-CoV-2 es el nombre del nuevo coronavirus. Sí, el nuevo, porque previamente han existido dos epidemias producidas por esta familia de virus: el SARS-CoV (2003) y el MERS-CoV (2012). Además de estos tres, existen otros coronavirus bien conocidos que, junto a otros virus como los Rhinovirus, son responsables de provocar el resfriado común.

Estructura del SARS-CoV-2. Fuente: Wikimedia Commons

Se llaman así porque su imagen en microscopía electrónica tiene cierta similitud con una corona. Su nombre además es útil al estudiarlo para recordar que es un co-R-o-NA-virus. Es decir, su material genético es RNA, a diferencia de nuestras células que poseen DNA.

Está compuesto por una cápsula de lípidos y proteínas que protege el RNA, que se encuentra en el interior. Por un lado, es importante que en su estructura protectora haya lípidos, ya que un gesto tan sencillo como lavarse las manos con jabón destruye esta cápsula y por lo tanto al virus. Por otro lado, las proteínas están hechas de cadenas de aminoácidos. Cada proteína tiene una secuencia de aminoácidos diferente, por lo que cada proteína es distinta. Es algo así como el abecedario: con 27 letras creamos una infinidad de palabras.

Antígenos y anticuerpos

Las proteínas son las grandes protagonistas para infinidad de funciones en nuestro organismo (y en cualquier ser vivo). Para el diagnóstico de COVID-19, son importantes dos tipos de proteínas: Los antígenos y los anticuerpos.

Un antígeno es una molécula propia del virus que el cuerpo reconoce como extraña. Los antígenos habituales (aunque no los únicos) son fragmentos de proteínas. Resulta lógico que si las proteínas tienen unas secuencias únicas, diferentes a las de nuestras proteínas, sean un buen método para detectar algo extraño.

Un anticuerpo o inmunoglobulina (Ig) es una proteína producida por un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos B.  Los anticuerpos reconocen a los antígenos, y el sistema inmune es capaz de producir anticuerpos específicos para cada antígeno. Sin embargo, sólo los produce cuando hay exposición al microorganismo. Es decir, para que produzcas anticuerpos contra el SARS-CoV-2, tienes que haber estado en contacto con él, o ser vacunado (y así sucede para todos los microorganismos). Vamos a hablar de dos tipos de anticuerpos: G y M. 

Las IgM suelen ser responsables de una defensa inicial contra el virus, cuando la infección está activa o es muy reciente. Las IgG son algo así como la memoria del cuerpo ante esa infección, para estar inmunizado en caso de una nueva exposición. Al ser un virus nuevo, se desconoce cuál es la duración de las IgG en el organismo.

Ahora comprobarás que hay varios métodos que detectan una de estas dos moléculas. Dicho esto, ¡ya podemos hablar de pruebas!

ELISA

No es una señora que cuente los anticuerpos de todo el mundo, son las siglas en inglés de “ensayo de inmuno-absorción ligado a enzima”. Es un método muy utilizado en la cuantificación de anticuerpos y otras moléculas del organismo por ser muy sensible y específica. ¿Esto qué significa? Que sus resultados (si indica que algo es positivo o negativo) son bastante fiables. La muestra utilizada son aproximadamente 10 ml de sangre (la extracción típica para una analítica).

ELISA tipo sándwich. Fuente: Wikimedia Commons

Aunque hay diferentes métodos, el más usado es el ELISA tipo sándwich (ver imagen). En el ELISA se expone la muestra de sangre del paciente a una placa preparada para que se unan anticuerpos del paciente. Solo se pueden unir anticuerpos contra el SARS-CoV-2. Tras su unión, añadiendo otros reactivos, se produce una reacción química en aquellos anticuerpos que se han unido. Esta reacción emite una señal que podemos medir y, gracias a eso, saber cuántos anticuerpos tenemos y de qué tipo. Es una prueba que tiene que realizarse en un laboratorio preparado.

Test rápido de anticuerpos

Seguro que te acuerdas de los famosos test rápidos de los que se hablaba tanto en marzo y abril, aunque ahora no se usan tanto. Estas pruebas se realizan con un pinchazo en el dedo y una gota de sangre y permiten detectar la presencia de anticuerpos mediante un proceso llamado inmunocromatografía. El principio básico es sencillo: la unión de tus anticuerpos (si tienes, claro) genera una reacción que, en este caso, produce una línea de color en el dispositivo.

Por tanto, esta prueba no permite cuantificar anticuerpos, aunque sí puede decir, si tenemos, de qué tipo son (IgG o IgM). Aunque hay dispositivos muy fiables, en líneas generales, no son tan buenos como un ELISA.

Aun así, los tests rápidos han sido muy útiles porque, inicialmente, cuando el virus acababa de llegar a España, que tuvieras anticuerpos solo podía significar que sufrías la infección (aunque fuera asintomática). Con el tiempo, al convivir con el virus durante meses, es diferente: si das positivo en anticuerpos IgG únicamente, indica que tu cuerpo está inmunizado contra el SARS-CoV-2. Si das positivo para anticuerpos IgM, es señal de que la infección es actual o muy reciente. Esto es aplicable también para el ELISA. Actualmente, las principales pruebas usadas para el diagnóstico de infección activa son las dos siguientes.

PCR

La PCR no se limita a meter un bastoncillo por la nariz. PCR son las siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimerasa”. Es una prueba con cierta complejidad, que requiere material de laboratorio específico y varias horas para su realización. Además, al manipular muestras del virus, es más arriesgada para quien la realiza, al igual que la detección de antígenos.

A partir de la muestra obtenida, exudado nasofaríngeo, el objetivo es aislar el material genético del virus. Para realizar la prueba, se transforma el RNA del virus en DNA por su mayor estabilidad y porque la reacción necesita utilizar DNA. A continuación multiplicamos miles de veces el DNA del virus, ya que así es más fácil de medir, y observamos si hay DNA o no. Si no tenemos el virus, no habrá ningún resultado. En cambio, si había, aunque fuese una cantidad mínima, la vamos a amplificar miles de veces, y nos aseguramos de que detectamos su presencia.

No es una prueba exclusiva de este virus, es muy utilizada para la detección de otros virus y bacterias, estudios genéticos, y también en investigación.

Test rápido de detección de antígeno

Se basa en el mismo proceso que el test rápido de anticuerpos: la inmunocromatografía. Buscamos detectar el virus, infección activa, por lo que en este caso tomamos una muestra de donde infecta: nariz, faringe (bastoncillo otra vez). Si hay antígeno produce la reacción de color que observamos como una línea en el dispositivo. Los antígenos que detectamos son proteínas de la estructura del virus, principalmente la S y la N, aunque también hay otras. Es más rápida y sencilla que la PCR, y por eso cada vez se está usando más.

Esto es solo un pequeño resumen del funcionamiento y significado de estas pruebas para facilitar su comprensión, pero nos encontramos ante un virus nuevo y la realidad es más compleja. Por eso, ante todo es aconsejable que éstas sean realizadas e interpretadas por profesionales de la sanidad. 

España ha realizado más de 4,9 millones de PCR

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