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“La caza. Monteperdido” es un thriller psicológico y ficticio, basado en la novela de Agustín Martínez con el mismo nombre. La adaptó a televisión con la ayuda del guionista Luis Moya, que mantiene que la serie ha tenido a más de cuatro millones de espectadores enganchados hasta el último capítulo. La serie está producida por DLO Producciones para TVE. Fue escrita por Agustín, Moya, Antonio Mercero, Miguel Sáez Carral y Jorge Díaz, dirigida por Álvaro Ron y Salvador García Ruíz. La ficción posee dos temporadas; la primera “La caza. Monteperdido” y la segunda “La caza. Tramuntana”.
La trama de la serie de la primera temporada trata sobre la desaparición, en Monteperdido, de dos niñas (Ana y Lucía), hace cinco años. Tras una extensa búsqueda y los intentos infructuosos de las autoridades por encontrar alguna pista, el caso nunca se resolvió. Esta tragedia marcó al pueblo para siempre. Sin embargo, la trágica normalidad de Monteperdido se rompe tras la aparición de una de las niñas, Ana, que aparece de la nada tras sufrir un accidente de tráfico. Dos agentes del Servicio de Atención a la Familia especializados en desapariciones, Santiago Baín; un policía al final de su carrera, y Sara Campos; una joven inspectora, trabajarán junto al sargento de la Guardia Civil local en una investigación que pronto se revelará como un laberinto: Ana no puede decir prácticamente nada acerca de su captor, siempre escondido tras una máscara. Los habitantes de Monteperdido, así como las propias familias de las niñas, atrapadas en sus secretos y mentiras, tampoco se lo pondrán nada fácil.
Aferrados a una única certeza, la de que el monstruo está entre ellos, los policías iniciarán una caza que pondrá en juego hasta sus propias vidas.
A continuación, pasamos a realizar un análisis más en profundidad de los personajes y de las situaciones narradas en la serie. Según el informe “Estereotipos, roles y relaciones de género en series de TV de producción nacional” publicado por el Instituto de la Mujer afirma que los roles masculinos y femeninos perpetúan los roles sexistas, hecho que vemos plasmado en esta serie.
La ficción se centrará en la recuperación de la otra niña; Lucía, sana y salva. La serie rodada en el Pirineo aragonés ofrece una ambientación muy apropiada para el género del thriller. Poco a poco los personajes masculinos desfilan por el precipicio de la culpabilidad del secuestro de Lucía. La caza de Monteperdido, abre el tabú sobre la violencia, el abuso infantil y de forma sutil dibuja el perfil del abusador; su propio tío. La trama muestra una realidad a nivel mundial: el abuso sexual hacia menores de edad se produce, en muchas ocasiones, en el ámbito intrafamiliar.
ABUSO SEXUAL: TEMA PRINCIPAL Y DATOS
Esta serie muestra con total dureza y veracidad el abuso sexual hacia los menores de edad dentro del ámbito familiar, de hecho, ese es el tema principal entono al que giran todos los acontecimientos. Sin embargo, es interesante analizar los datos que hay en España sobre este tema.
Según el último cambio del Código Penal en el año 2015 se ha producido una ampliación de la condena por delitos de abuso sexual: pasamos de uno a cinco años de prisión a nueve, dependiendo de la edad del menor, sobre todo, si éste o ésta es menor de 16 años.
Por otro lado, según los datos recogidos por el Instituto de la Mujer, de las 502 víctimas de delitos de corrupción hacia menores en el año 2015, un 69,51% se corresponde con mujeres, mientras que un 50,81% corresponde a la pornografía de menores.
Por el contrario, el hombre es presuntamente culpable de la mayoría de los casos, ya que tan solo el 8,50% y un 3,30% de las detenciones corresponden a mujeres que cometen este tipo de delitos.
El delito de abuso de menores está muy relacionado con el consumo de pornografía infantil, ya que los porcentajes son semejantes.
Está claro que el tema principal que plasma “La caza. Monteperdido” es la pederastia, el abuso sexual hacia menores y la pornografía infantil, pero, de igual modo que se trata este tema, subyace otro detrás: la pedofilia.
PEDOFILIA Y PEDERASTIA
A la hora de encontrarnos con el perfil tipo de algunos de los abusadores, hay que realizar una clara distinción entre ambos conceptos. Según los psicólogos, la pederastia es una conducta criminal muy inclinada hacia los menores, en cambio la pedofilia es el trastorno de la sexualidad que subyace detrás. Mientras que la pedofilia se define como una parafilia, es decir un tipo de trastorno sexual caracterizado por fantasías recurrentes. La pederastia es, además de la propia parafilia, una práctica delictiva derivada de ella que provoca graves repercusiones en el desarrollo psicológico, social y sexual de la víctima. Por norma general, todos los pederastas son pedófilos pero no todos los pedófilos tienen porqué ser pederastas.
Es interesante mencionar ambos conceptos desde el punto de vista etimológico. La palabra ‘pedofilia’ proviene del griego páis, un sustantivo que se aplicaba exclusivamente a los varones de 13 y 19 años. A este término se le añade filia, que se traduciría como amistad, amor o afecto espiritual. En la Antigua Grecia, era una práctica común que los púberes tuvieran relaciones sexuales con sus docentes para promover los lazos entre ambos y a esto es a lo que se llamaba pedofilia. Los pedófilos, son aquellos que se sienten atraídos por personas de mucha menos edad. Por el contrario, el vocablo pederasta proviene de eraõ (amar con pasión) y paídes (plural de páis) y hace referencia a los hombres que desean sexualmente a adolescentes masculinos. La principal diferencia que se ha ido remarcando durante los últimos años es que un pedófilo siente una atracción por personas jóvenes pero no tiene porqué llegar a desembocar en una acción concreta o consumación de dichos deseos. Por otro lado, un pedófilo siente la misma atracción que el pederasta, pero en este caso sí que desemboca en un abuso sexual.
DESCRIPCIÓN DE LOS PERSONAJES
Como se ha mencionado con anterioridad vemos cómo, todavía a día de hoy, en muchas series se siguen marcando de forma clara ciertos estereotipos relacionados con la mujer y el hombre. Según el estudio realizado por el Instituto Nacional de la Mujer, estos roles perpetúan en la sociedad de forma notable. Por ello, es fundamental entender el papel de cada uno de los personajes.
Comenzamos con la figura de Sara Campos, es una Sargenta de la UCO para rescatar a Lucía y, que a pesar de su corta edad, está especializada en casos de secuestro y abuso a menores, una auténtica profesional con sensibilidad y destreza para tratar con mujeres víctimas de abusos. Según avanza la trama vemos como Sara es representada como una mujer enigmática y con un punto de misterio que según el estudio “Estereotipos, roles y relaciones de género en series de TV de producción nacional” y Bernández reencarna las características propias de la mujer fatal. Es destacable, a lo largo de la historia de la literatura, el papel de este estereotipo: una mujer mala (villana de la historia) que usa habitualmente la sexualidad como arma para derrotar al protagonista y hombre bueno. La mayoría de las veces este arquetipo es representado como una villana, pero también encontramos mujeres que suelen ser vistas como un personaje con muchos altibajos, que siempre está entre la bondad y la maldad, actuando sin escrúpulos y dejándose llevar por sus deseos. Esta última definición es la que se asemeja a Sara Campos ya que es mostrada como una persona inestable, con problemas mentales, que interrumpe las horas de sueño para trabajar y en ocasiones hace un uso injustificado de la violencia. Nos damos cuenta, según avanza la historia, de que Sara es una mujer independiente, inteligente y una magnífica profesional, todo esto provocado por el trauma de su infancia: fue víctima de abusos sexuales por parte de su padre. En cambio, la ficción en general, y esta serie en particular, se encarga de diabolizar y erotizar la imagen de la protagonista.
Ana Montrell y Lucía Castán, las dos niñas desaparecidas, son representadas de una forma muy enigmática y misteriosa (ambos elementos los vemos también en Sara), esto puede ser producido por la situación en la que se encuentran. Aun así, dentro de la trama, y aunque Ana y Lucía comparten muchos puntos en común, son tratadas y descritas de forma dispar. Ana, durante gran parte de la serie es representada como una víctima traumatizada que apenas puede dar información sobre su captor y sobre su amiga Lucía. Este hecho da pie a que tanto el espectador, como el resto de personajes de la historia la vean como una mala persona, un ser diabólico que no quiere colaborar. Los recuerdos de Ana se basan principalmente en mostrar la relación de envidia que mantiene con Lucía. Este acontecimiento es el reflejo de que sus protagonistas femeninas en vez de ayudarse y colaborar juntas para elaborar un plan de huida, se pelean por conseguir la atención de su agresor, mostrando una vez más la falta de sororidad entre mujeres en la ficción española.
Por otro lado, Lucía es representada como una niña perversa debido al trato que ofrece a su mejor amiga Ana. Este hecho también da pie a que los espectadores desarrollen cierto recelo hacia este personaje que no se resiste en ningún momento a su agresor. El tratamiento de la víctima en esta serie se ve marcada por las características propias del thriller psicológico. Aunque también hay que analizar que en este tratamiento, dentro incluso del síndrome de Estocolmo (un síndrome que explica las razones que motivan a las personas esclavizadas o secuestradas a defender a sus captores), se refleja cierto peligro, ya que contribuye de forma muy sutil a la cultura de la pederastia y el abuso sexual a menores.
La madre de Ana, Raquel Mur ejerce el rol de “mujer moderna” que según el estudio “Estereotipos, roles y relaciones de género en series de TV de producción nacional” son mujeres sexualmente activas y que no necesitan a los hombres para hacer su vida. Esto es porque en este relato, nos encontramos con que Raquel está separada de su marido y mantiene una relación sexual con su compañero de trabajo. De igual modo, se refleja a una mujer que no tiene ningún tipo de problema en asumir los retos de la vida “moderna” y con ello, compaginar las facetas de la vida pública y privada. Es representada con un importante carácter que, a veces, hace que los hombres de su alrededor se sientan recelosos, ofendidos e, incluso, incómodos con ella.
Muy en contraposición al último personaje descrito encontramos la figura de la madre de Lucía, Montse Grau. Este personaje reencarna la figura de la realidad de muchas mujeres, todavía vigente a día de hoy: una mujer sumisa y sacrificada. De hecho, a lo largo de la trama vamos descubriendo una personalidad sin voluntad que se limita a obedecer las decisiones tomadas por su marido Joaquín, el cual posee un carácter muy inestable, acrecentado por la aparición de Ana, la amiga de su hija. Todas estas características nos enmarcan a Montse dentro del rol de la mujer tradicional en España. La mayoría de estas mujeres se encuentran en casa. Lo interesante a analizar de este personaje, según el estudio “Estereotipos, roles y relaciones de género en series de TV de producción nacional” es que este estereotipo aparece como un modelo desprestigiado, sin ningún atractivo para las mujeres jóvenes. Esto lo vemos ejemplificado, ya no solo en las mujeres jóvenes, sino como su propio marido e hijo, la desprestigian y no la toman en serio en muchas escenas de la serie. De todos modos, este personaje es uno de los más interesantes ya que sufre una importante transformación según avanza la trama. Montse, tras la aparición de Ana, cree firmemente en las posibilidades de encontrar a su hija Lucía con vida. Este hecho hace que su actitud de conformidad de espectadora de su propia vida cambie y empiece a tomar cartas en el asunto, tomando sus propias decisiones y llegando, finalmente, a enfrentarse a su propio marido.
A lo largo de la serie se quiere y se pretende plasmar una realidad social bastante silenciada y escondida. Esto lo representa y lo refleja la figura de Rafael Grau. Este personaje no tiene nada de especial en toda la trama, es el tío de Lucía y el hermano de Montse. Consigue pasar siempre muy desapercibido envuelto en el rol del hombre trabajador. Además, socialmente es un hombre querido y respetado en el pueblo. Es decir, aparentemente encarna unas características propias de un personaje sin maldad ninguna, pero que sin embargo, esconde detrás de toda esa fachada de bondad y normalidad su verdadera identidad. Con la aparición de este personaje se pretende dar pie a la reflexión y el análisis de un importante tabú dentro de nuestra sociedad: la narración de un abusador sexual dentro del ámbito intrafamiliar, siendo esto un acontecimiento bastante habitual en muchos hogares españoles.