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El pasado 24 de septiembre tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes la ponencia “El Estado-nación europeo en un mundo globalizado: ¿Ruptura o regreso?”, organizada por el Congreso Interdisciplinar Fugas, Éxodos y Rupturas. En ella participó Esteban Hernández, escritor, analista político y director de la sección de Opinión en El Confidencial.
En esta ponencia Hernández explicó que el desarrollo de China como Estado y como potencia está teniendo un efecto reacción en Estados Unidos. El país norteamericano se está viendo obligado a desplazar su eje hacia el Pacífico, y al hacerlo está perdiendo como referencia a los que habían sido sus socios tradicionales: los europeos. Por lo tanto, se está produciendo un crecimiento de los impulsos nacionales a nivel global; considera que en efecto Estados Unidos ha acentuado esta postura en los últimos años y que en Europa el Brexit es también ejemplo de esto.
Hernández se refiere a este cambio como “un giro de desglobalización”, que se traduce en dar una mayor prioridad a lo nacional frente a lo internacional. Esto se produce a su vez entre las élites de cada país. La globalización beneficia a las élites de cada estado, que pueden tener contacto con las de otros países y ver sus intereses favorecidos. Pero debido al repliegue de EEUU hacia sus propios beneficios, muchos países que se veían aventajados por esta dinámica, empiezan a ver debilitadas sus élites. La cercanía con las élites globales, que aseguraban recursos y un nivel de vida determinado, es menor, y esta pérdida de posición provoca que una parte de ellas regrese al componente nacional, lo que explica el éxito de algunos partidos nacionalistas europeos. En este contexto, la nación ha sido el mecanismo de salida desde el punto de vista populista.
Podéis ver la intervención completa aquí.
Desde En el Vértice decidimos entrevistar a Esteban Hernández el pasado mes de octubre para poder conocer más a fondo su opinión sobre este tema y profundizar en algunas cuestiones.
Pregunta: En el congreso mencionaba cómo el desarrollo de China como potencia ha provocado un efecto de reacción en Estados Unidos, que le ha obligado a desplazar su eje hacia el Pacífico y perder como referencia a sus socios tradicionales, los europeos. ¿Ha hecho esto que la Unión Europea se tenga que ajustar a un nuevo marco de negociación comercial?
Respuesta: Sí. Uno de los aspectos principales de esta guerra comercial o guerra fría entre Estados Unidos y China es que provoca consecuencias en la Unión Europea. En este repliegue estadounidense en el que quiere ganar músculo en todos los sentidos frente a China, lo que está haciendo es reescribir las reglas de colaboración con sus socios.
Antiguamente el enemigo de EEUU estaba en el régimen soviético, pero ahora que el enemigo ha variado, trata de establecer otro tipo de alianzas. EEUU quiere que sus alianzas sean más beneficiosas de lo que eran, y por lo tanto está permanentemente tratando de sacar partido de su relación con Europa. Y a pesar de que Europa se resista, EEUU sigue siendo el país dominante, y la capacidad europea de resistencia es menor de lo que debería ser.
Por otra parte está China, que continúa con su idea de ir ganando terreno mundialmente. Muestra de ello son las compras chinas de empresas europeas. En definitiva, tanto la expansión estadounidense como la china se van a hacer a costa de Europa.
P: También comentaba que estos hechos han provocado un crecimiento general de los impulsos nacionales.
R: Obviamente en los países principales como Estados Unidos, se está pensando en términos nacionales, y Trump se encarga de recordarlo. Y aunque es cierto que EEUU siempre ha pensado en términos nacionales, digamos que en otros momentos de la historia era más amable con los socios. Por otra parte, China no está pensando en términos ideológicos, sino que también está pensando en términos nacionales. Esto también tiene consecuencias en el entorno europeo.
Ya hay en Europa muchas fuerzas políticas que son más pro-estadounidense que pro-europeas. A la vez puede ocurrir que haya países en los que China vaya penetrando, estableciendo alianzas más fuertes de las existentes. Al ocurrir todo esto en el entorno de la Unión, que no es un entorno cohesionado, pues existe Europa del Norte, del Este y del Sur, las tentaciones de los países de ir por su cuenta pueden ir creciendo en los próximos años.
P: ¿Puede que los impulsos nacionales que se han producido en la Unión Europea hayan sido reacción de esta “prioridad a lo nacional” que se está dando en EEUU y en China?
R: Bueno yo creo que sería más bien al revés. Es verdad que existe esta tendencia generalizada pero tenemos que poner el acento en lo que hacemos nosotros, y no en lo que hacen los demás. Creo que las tentaciones nacionales vienen causadas por una mala articulación de las políticas europeas. Si la Unión Europea hubiera trabajado mejor en estas tentaciones, habrían sido mucho menores.
Es obvio que la Unión Europea nunca ha estado del todo cohesionada. Hablando de política exterior es evidente, pues por ejemplo no disponemos de un ejército común. Pero también en lo económico, ya que el euro beneficia a algunos países y perjudica a otros. Esa falta de cohesión en la Unión Europea incluso se reconoce en el mismo plan de recuperación, que es el elemento más cohesionador que hemos visto por parte de la Unión.
Si la Unión Europea de verdad trabajara la cohesión de sus territorios e hiciera por tener una mirada común, sería mucho más difícil que las tentaciones nacionalistas prosperasen. Si no hay una buena respuesta por parte de la Unión, lógicamente estas tensiones se van a acrecentar.
P: En este contexto de vuelta a lo nacional, ¿Considera que nos dirigimos por tanto a una Unión Europea controlada por gobiernos de derecha y políticas neoliberales?
R: En los últimos años, sobre todo después de la crisis de 2008, las políticas del Banco Central Europeo se han ido encaminando hacia la dirección de asentar el ámbito financiero y no el productivo. Por decirlo de alguna manera, han ido en una línea mucho más liberal que socialdemócrata, es decir, la política que dirige el Banco Central no contribuye a la cohesión.
En segundo lugar tenemos la política. Es probable que las fuerzas de derecha crezcan, pero estas fuerzas son dispares; hay fuerzas de derechas pro-europeas y otras euroescépticas. Si las fuerzas euroescépticas como las que encontramos en Italia, Alemania, Holanda o Francia empiezan a gobernar, veremos una Unión Europea cada vez menos cohesionada y pensando más en términos nacionales.
P: En el congreso también comentaba que en este contexto se está produciendo un giro a la desglobalización, que se traduce en dar una mayor prioridad a lo nacional. ¿Crees que la COVID-19 va a impulsar o está impulsando esta desglobalización?
R: El coronavirus ha acelerado el panorama existente, y en los términos en los que estamos hablando, desde luego estamos en un momento desglobalizador, y la COVID-19 lo ha subrayado de manera clara. Por ejemplo, las primeras reacciones ante la llegada de la pandemia fueron en términos nacionales; cada país intentaba buscar material sanitario donde fuera y casi a costa de robárselo a sus socios europeos.
En términos generales, vivimos en un momento de desglobalización. La cuestión que habría que preguntarse es qué papel va a jugar la Unión Europa en este sentido, es decir, nos debemos preguntar si esto va a servir para que se vaya hacia una mayor integración dentro de la Unión o para que se vaya hacia una cohesión mucho menor. Insisto que esto depende de las principales fuerzas europeas, pues son ellas las que tienen que decidir el papel que vamos a jugar.
P: ¿Y hacia dónde cree que se dirige la Unión Europea?
R: Hacer pronósticos siempre es arriesgado. Si me fio de lo que estamos viendo, del tipo de salida que se está articulando, es obvio que no estamos en un momento cohesionador. En el plano económico por ejemplo, mientras que Alemania ha metido un millón largo en su economía, España va a meter ciento cuarenta mil menos los descuentos. Esto va a hacer que las diferencias entre Alemania y España sean mayores, y cuando las diferencias se amplían es obvio que por un lado u otro se empieza a pensar que la sociedad conjunta a la mejor tiene un problema.
En este momento no existe un elemento cohesionador: el norte de Europa se pregunta qué pasa con el sur, mientras que el sur está deteriorado por la situación previa y por la pandemia.
Si no se da un giro que permita articular los distintos intereses y tener un entorno cohesionado, y no parece que esté ocurriendo, pues lo lógico es pensar que iremos hacia un papel menor de la Unión Europea en general.
En definitiva, es difícil hacer predicciones sobre el futuro de la Unión Europea o sobre el efecto que va a tener la pandemia a largo plazo. A todas estas incertidumbres se suma el cambio de gobierno en Estados Unidos que se materializará en poco tiempo, por lo que rescatando las palabras de Hernández, “hacer pronósticos es arriesgado”.