La sombra de Mussolini en España

mussolini_enelvertice.png Fuente: Wikimedia Commons

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La dictadura que claramente ha marcado la memoria de la sociedad española comenzó en 1936, pero unos años antes se iniciaba el régimen español menos documentado del siglo XX. El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado que dejaría a España sumida en una dictadura durante siete años. Mientras, en Europa también se tambaleaba la democracia; en Italia gobernaba el fascismo, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) se había fundado en Alemania y regímenes autoritarios dirigían Portugal y Polonia. 

La España de la época había desocupado recientemente el puesto de potencia colonial con la pérdida de casi todos los territorios que poseía en el continente americano. En su intento por salir del estatus de “periferia de Europa”, mostró su interés en aliarse con fuerzas emergentes como las del recién constituido Reino de Italia, por lo que Primo de Rivera vio en Mussolini un espejo en el que mirarse. 

El fundador del movimiento fascista italiano estaba en el cargo desde el 31 de octubre de 1922 tras la “marcha sobre Roma”, que claramente inspiró al año siguiente el golpe de Estado de Primo de Rivera. La presencia de los gobiernos dictatoriales en ambas penínsulas se tradujo en una intensificación de los contactos. 

Aunque las analogías entre estos regímenes han sido muy discutidas, uno de los nexos era el apoyo del sector conservador. La convivencia con la monarquía durante sus gobiernos fue también algo característico en ambas dictaduras, aunque el papel de los monarcas fue diferente, pues Mussolini, después de consolidarse en el poder, se posicionó en contra de Víctor Manuel III. 

Primo de Rivera no fue una figura carismática como Mussolini, carecía de una ideología articulada y no encabezó ningún movimiento, aunque crearía un partido propio. La dictadura española no fue entendida como un paso para la construcción de un nuevo sistema político, como ocurría con el fascismo italiano, sino como la solución transitoria para devolver al país a la normalidad, acompañada de ciertos procesos modernizadores.

Mussolini fue para Primo de Rivera un ejemplo a seguir en muchos aspectos. La España del dictador mostraba interés por acelerar su paso a un sistema político autoritario. A finales de noviembre de 1923, recién iniciado el régimen de Primo de Rivera, el general, junto con su hijo y la familia real española, visitaron oficialmente Italia. El viaje significó una alianza definitiva entre los dos jefes de gobierno, materializada por primera vez con la firma del Tratado de Amistad entre los dos países, acompañado de acuerdos económicos e industriales. 

La prensa se convirtió en un potente vehículo para mostrar las posibles soluciones que existían para el caso español utilizando el ejemplo italiano. El nuevo régimen había limitado las libertades de prensa y de reunión, pero el pueblo no parecía preocupado por ello. La Italia de Mussolini gozaba de gran prestigio durante la dictadura. Primo de Rivera trató de inspirarse en las instituciones fascistas, algo que los italianos consideraron un halago. Los diarios de la época legitimaban el mandato de Mussolini casi diariamente, otorgándole una parte muy extensa de la sección internacional. 

En la prensa española se daban a conocer las novedades que ocurrían en el estado, a la par que se halagaba el régimen de Mussolini. La Vanguardia, un diario de gran relevancia en la época, reflejaba constantemente el aprecio que Primo de Rivera tenía al líder italiano y cómo este seguía en España (en cuanto le era posible) “las huellas luminosas marcadas por la Marcha sobre Roma y il Duce fascista”. 

La Unión Patriótica, el partido oficial creado por Primo de Rivera, se había inspirado en los Fasci de Italia, pero según dijo en 1928 Giuseppe Medici, político italiano, era una ”palidísima imitación”. Tampoco podía compararse el Somatén, el cuerpo armado de protección civil que creó el dictador español, con la Milicia Voluntaria italiana: ni por la cantidad de miembros, ni por armamento, ni por disciplina, ni por fuerza o “cohesión espiritual”.

En diciembre de 1925 el Directorio Militar español fue sustituido por un Directorio Civil, presidido por Primo de Rivera. El general también aspiraba a una nueva organización del Estado inspirada en la de Mussolini, siendo en muchos aspectos coincidente. En 1927 tuvo como proyecto sustituir el Parlamento por una Asamblea Nacional Consultiva ante la que se presentarían los planes para la reorganización estatal.

La admiración de Primo de Rivera por el fascismo italiano le llevó en julio de 1929 a poner en manos del embajador italiano los proyectos de nuevas leyes constitucionales antes de darlas a conocer en España, e incluso rogar al propio Mussolini que las examinara e hiciera sugerencias.

La persistente tendencia de Primo de Rivera a inspirarse en el modelo fascista italiano se mantuvo hasta el final de su mandato. La disolución pacífica de la dictadura se produjo el 28 de enero de 1930. Dimitió después de comprobar que las capitanías generales no le seguían apoyando.

La dictadura de Primo de Rivera ha recibido poca atención de los historiadores, que han volcado su atención en los períodos inmediatamente anteriores y posteriores. Sin embargo, es interesante conocer la relación que se produjo en esa época entre Italia y España y cómo esta condicionaría a la posterior dictadura franquista. Ya que años más tarde, Franco se fijaría en la experiencia de Primo de Rivera y sería fiel aliado de la Italia fascista hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.