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Año nuevo; vida nueva, aunque no para todos. Por mucho que cambiemos de año, muchos de los conflictos a nivel mundial siguen más que vigentes y el caso de Etiopía es uno de ellos.
El pasado 13 de enero más de 80 personas perdieron la vida en recientes ataques cometidos por hombres armados en el estado occidental etíope de Benishangul-Gumuz, en la misma región en la que a finales de diciembre fueron asesinadas más de 200 personas.
En 2019, Abiy Ahmed Ali, primer ministro de este país, recibió el Premio Nobel de la Paz por «haber logrado la paz y la cooperación internacional y en particular por su iniciativa decisiva para resolver el conflicto con la vecina Eritrea». Según el Comité del Nobel de la Paz, «el premio también tiene el propósito de reconocer a todas las partes que trabajan para la paz y reconciliación en Etiopía y en las regiones del este y noreste de África». Sin embargo, desde el pasado mes de noviembre, Etiopía está viviendo un importante contexto de tensión, encaminándose hacia una guerra civil, ya que a su vez, el mandatario ha sido fuertemente criticado por iniciar un conflicto armado -que todavía sigue activo- en la región norteña de Tigray, así como por ser incapaz de solucionar las crecientes tensiones étnicas.
Abiy Ahmed Ali
Él es un ingeniero informático, militar, político y estadista etíope. Además, fue presidente del Partido Democrático Oromo (ODP) y líder del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), siendo ésta la coalición gobernante desde 1991, hasta que logró la disolución de ambos y su fusión en una única fuerza nacional; el Partido de la Prosperidad, creado en diciembre de 2019. Previo a su elección como Primer Ministro, Abiy también fue nombrado diputado de la Asamblea Parlamentaria Federal, además de ser Ministro de Ciencia y Tecnología entre 2015 y 2016, antes de su llegada al gran cargo.
Por otra parte, es destacable mencionar que desde el punto de vista económico, político y social, Abiy asumió la jefatura del gobierno etíope en abril de 2018, en medio de las protestas generalizadas contra el régimen autoritario de Hailemariam Desalegn.
Desde su llegada al poder, Abiy ha encabezado un amplio proceso de reforma política, social y económica, comenzando con la liberación de más de 7.600 prisioneros considerados presos políticos solo en la Región de Oromía (además de otros 575 detenidos en el resto del país) y el retorno de varios dirigentes opositores exiliados. Además, ha buscado la liberalización progresiva de la economía en detrimento del habitual monopolio estatal y el llamado a una reforma constitucional que revisará el sistema de federalismo étnico implementado en el país, considerado uno de los principales motivos de las tensiones raciales persistentes en Etiopía. Este político ha intentado luchar y abogar por una transición progresiva hacia una plena democracia multipartidista.
Antecedentes:
Durante el reinado de Menelik II (1889-1913), un amhara del norte, el Imperio se expandió al sur, incorporando a los oromos, somalíes y otras decenas de etnias etíopes bajo su autoridad. La Italia fascista humilló a Haile Selassie (1930-1936), con la conquista militar de Abisinia (parte norte del país), pero tras su reposición en el trono tuvo que afrontar una rebelión en el Tigré. A mediados de los setenta, militares de ideología comunista liderados por Mengistu Haile Marian derribaron al viejo emperador y prometieron atender a las reivindicaciones nacionales, según la doctrina leninista de acabar con la “cárcel de los pueblos”. Pero, establecieron un régimen autoritario y centralista (el Derg), lo que provocó la creación de nuevos frentes de liberación entre las minorías insatisfechas.
En 1991, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, el también marxista Frente de Liberación del Pueblo Tigré asumió la dirección del país con un programa de descentralización e integración de todas las minorías nacionales. Sin embargo, en 1993, una de esas naciones, Eritrea, especialmente activa en la defensa de sus peculiaridades, declaró su independencia, tras una guerra iniciada durante la última fase del régimen militar.
Las autoridades oriundas del Tigré, a pesar de que la población de esta etnia solo representa un 6% del total nacional, terminaron imponiendo sus intereses y criterios, ayudados por un notable desarrollo económico, que libró a decenas de millones de etíopes de la pobreza extrema. Meles Zenawi, el líder político de esa Etiopía que parecía caminar por la senda del éxito recibió elogios de Estados Unidos y sus aliados occidentales, aunque sus credenciales democráticas dejaran mucho que desear. Tras la muerte de Zenawi, en 2013, se reavivaron las tensiones étnicas, que en realidad nunca desaparecieron. Cuando el joven líder oromo Abiy Ahmed asumió la dirección central del país el catálogo de desafíos era muy pesado y numeroso.
Contexto actual:
Nos remontamos al pasado 4 de noviembre, cuando el Primer Ministro etíope (Abiy Ahmed Ali) anunció una ofensiva militar contra el Frente de Liberación Popular de Tigray (FLPT). Siendo éste un partido político de Etiopía, de ideología nacionalista étnica y marxista leninista. Fue miembro del extinto Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope.
El Primer Ministro justificó la avanzada acusando a las tropas de Tigray de atacar una base militar federal cerca de Mekele, la capital regional. Desde entonces se han sucedido los enfrentamientos armados entre ambos bandos, con ataques aéreos ejecutados por el ejército federal.
En la noche del 9 de noviembre del pasado año, (2020), Amnistía Internacional informó sobre una masacre cuando «decenas o probablemente cientos de personas murieron acuchilladas y a machetazos» en Mai-Kadra, en el oeste de Tigray.
Amnistía Internacional no ha podido corroborar la autoría de la masacre pero cuenta con testimonios que señalan a fuerzas leales al FLPT tras perder una batalla ante tropas federales.
El gobierno de Abiy también culpabilizó a Tigray de los crímenes, pero desde la región negaron las acusaciones.
Este conflicto ha obligado a más de 45.000 refugiados a huir a Sudán, como es el caso de Tigranyan Salam y su esposo Atikilti, quienes a falta de pocas semanas para dar a luz a su primer hijo, tuvieron que salir corriendo de su casa al escuchar el sonido de las bombas. Lo mismo le ocurrió a Dagnew Akalu, uno de los testigos y herido durante el último ataque. Éste denuncia que se trata de un ataque étnico ya que, según su testimonio, los muertos son de la etnia amhara -el segundo grupo étnico más poblado de Etiopía detrás de los oromo, los cuales han sido objeto de ataques en el pasado en esta misma región-.
Estas disputas por la tierra y los recursos en Benishangul-Gumuz se han incrementado recientemente, dando lugar a espirales de violencia entre diferentes grupos étnicos.
Situación con Sudán
El Gobierno de Sudán denunció que un avión militar de Etiopía ha violado su espacio aéreo en lo que calificó como una «grave escalada» en la tensión que se ha producido en las últimas semanas entre ambos países en una región fronteriza
“Este acontecimiento puede tener graves consecuencias y causar más tensión en la zona fronteriza», afirmó el ministerio de Exteriores sudanés en un comunicado en el que insta a que no se repitan “estos actos hostiles, debido a sus repercusiones graves en el futuro de las relaciones bilaterales entre los dos países y sobre la seguridad y estabilidad de la zona del cuerno de África».
Nos encontramos ante una situación bastante tensa, desde, por un lado, el punto de vista étnico, y por otro, desde las relaciones internacionales por parte de Sudán y Etiopía.
Como suele ocurrir con los odios identitarios, las pasiones primarias sirven para camuflar intereses económicos o políticos. Lo que ahora se presenta como lucha de liberación nacional es, en gran medida, una pugna por recuperar privilegios pasados.