Historia de género

Fuente: Wikimedia Commons

Belén Álvarez

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La falta de referentes femeninos en todos los ámbitos de la vida diaria es un hecho cuyo origen parte de la historia, en la que la mujer ha sido siempre relegada a un lugar sin importancia.

El protagonismo de los hombres frente a las mujeres es un fenómeno observable desde la prehistoria, cuya imagen está siempre protagonizada por el cazador que deja en un segundo plano a la mujer recolectora, que descubrió propiedades medicinales de las plantas y la cerámica. Aunque en antiguas civilizaciones como Egipto y Mesopotamia poseía libertades similares a las del hombre, con acceso a la educación y cargos públicos, la mujer ha tenido un papel supeditado al hogar y el cuidado de los niños desde la Edad Antigua.

La importancia que cobra el cristianismo en Occidente durante y tras la caída del Imperio romano agudiza las diferencias entre hombres y mujeres de la sociedad medieval, caracterizada por la caza de brujas, que juzgaba a las mujeres que no cumplían con las normas impuestas por el patriarcado. La religión consagra la discriminación de la mujer, considerando que fue creada a partir del hombre para cumplir sus necesidades y reprimirse las propias. Además, el acceso a la educación solo es posible en los conventos, y el matrimonio es convenido por el padre, lo que no cambia en épocas posteriores, ya que durante la Edad Moderna se mantiene el ideal masculino de la antigüedad y la moral religiosa de la Edad Media.

La Edad Moderna ofrece un escenario fundamental para el brote de movimientos feministas. La Revolución francesa propicia el surgimiento de mujeres que plantean su posición de forma pública y reivindican su reconocimiento como ciudadanas. Desafortunadamente, esta coyuntura no dio lugar a cambios significativos inminentes para las mujeres, pero sí será precursora de futuras tendencias y levantamientos en diversos países. La Revolución Industrial da la oportunidad a la mujer de incorporarse al empleo en lugares como las fábricas de tabaco o la industria textil. Durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, las mujeres sustituyen a los hombres en sus puestos de trabajo, además de participar con las tropas como espías y sanitarias.

Las cigarreras eran conocidas en Europa de forma idealizada como mujeres de ojos negros que trabajaban semidesnudas en las fábricas de tabaco de Cádiz, Sevilla y Madrid. Efectivamente, trabajaban con poca ropa debido al hacinamiento y el calor que el trabajo suponía. Fueron protagonistas de numerosos motines y protestas a finales del siglo XIX debido a las malas condiciones de trabajo y sueldo, que era muy inferior al de los hombres que ejercían las mismas tareas. Crearon las Hermandades de socorro mutuo y se afiliaron a clubes republicanos femeninos, logrando que se habilitaran en sus fábricas guarderías y salas de lactancia en las que dejar a sus hijos durante la jornada de trabajo.

El 10 de diciembre de 1948 se aprueba la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que se establece la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, el legado de todos estos acontecimientos es una situación que dista de la igualdad total llevada a la práctica.

La visión peyorativa de la mujer a lo largo de la historia da lugar a una selección de los elementos de la realidad bajo un sesgo sexista por parte de los historiadores. Por este motivo, las mujeres más conocidas en la actualidad son santas, mártires, nobles y reinas, lo que no significa que el número de mujeres que llevaron a cabo logros propios fuera marginal.

Historiadoras pioneras en este campo como Linda Gordon y Temma Kaplan comienzan a hacer estudios sobre las mujeres en los años 60 en Estados Unidos con el objetivo de renovar la historia desde un cambio drástico de la metodología historiográfica, dando lugar a teorías que se engloban dentro de La historia de las mujeres, rama antecesora de la Historia de género.

La Historia de género es una disciplina que surge en los años 70 con el objetivo de reconstruir la historia desde una perspectiva de género. Para ello, ponen de manifiesto el punto de partida androcéntrico y las diferencias entre hombres y mujeres en todas las clases sociales, lo que permite investigar los personajes femeninos anónimos y sus respectivos logros. Por ello, algunas historiadoras han planteado la necesidad de reinterpretar una historia escrita por la clase dominante, analizando y revalorizando las actividades consideradas femeninas.

No es un trabajo sencillo, ya que muchas firmaron obras con el nombre de sus maridos, afirmaron ser solo colaboradoras o utilizaron pseudónimos para esconder su condición de mujer. Muchas llegaron, incluso, a quemar sus obras para evitar conflictos. La falta de información y las dificultades para encontrar fuentes fiables dieron lugar a errores en los primeros trabajos, pero supuso toma de conciencia y nuevas iniciativas.

En las últimas décadas se han publicado numerosos artículos, libros y estudios sobre sexualidad, maternidad, trabajo, educación, integración social o activismo político, y se han abierto debates sobre muchos temas como los salarios, el lenguaje o las identidades. La historia de género ha supuesto un gran avance, y actualmente el interés sobre el papel de la mujer es mucho más grande que hace años, lo que supone un aumento de las investigaciones y producción de libros y material divulgativo sobre la temática.

Aun así, la lacra que ha dejado nuestro pasado requiere esfuerzo y trabajo en una sociedad que aún ampara y defiende las diferencias entre géneros. La cultura general recoge nombres de científicos, escritores y artistas masculinos. Basta con pensar, por ejemplo, en la generación del 27. Federico García Lorca, Rafael Alberti o Miguel Hernández son nombres de estudio obligatorio durante los años escolares, pero no todo el mundo conoce a Maruja Mallo, María Teresa León o Josefina de la Torre, a pesar de ser personas con el mismo talento que sus coetáneos. Se conoce a las olvidadas de la generación del 27 como «Las Sinsombrero». Llevar sombrero era una norma de educación en la época, y quitárselo era una demostración de rebeldía que supuso cierta controversia. Estas mujeres fueron silenciadas, incluso, por sus propios compañeros, a los que Josefina de la Torre culpaba de su invisibilización en el poema Mis amigos de entonces.

La educación es un arma clave para la mejora, por ello es importante hacer llegar esta información a las escuelas, institutos y universidades, en los que aún sigue enseñándose la historia de forma superficial y desde una posición pasiva ante la falta de información.

Hoy en día existen muchos estudios, obras de divulgación y visitas guiadas como Todo Tours que nos acercan un poco más a la historia con perspectiva de género.