Durante los últimos meses se ha organizado una visita en el Jardín Botánico de Madrid denominada «Naturaleza encendida» en la que se podía ver el botánico de noche, repleto de luces similares a las de Navidad por todos sus rincones. Esta visita ha sido muy comentada y los asistentes no han dejado de subir. Sin embargo, parece que la distancia de seguridad no se ha podido garantizar en todo momento.
La cola bajaba por los alrededores del Jardín Botánico de Madrid. Las personas estaban algo desorientadas “¿Esta es la cola?” “Perdone, ¿a qué hora es vuestra entrada?” Todos y todas en una misma fila independientemente de la hora de citación. Pese a ello, el avance era rápido y no hubo mucho tiempo de espera.
El recorrido del lugar estaba más que pautado. Cada 20 metros aproximadamente había claras indicaciones de hacia dónde ir, dejando atrás muchas partes de esas luces y plantas sin ver. Las plantas, iluminadas, acompasaban los pasos de los asistentes. Los tulipanes se teñían de morado a raíz de una luz penetrante que parecía nacer del cielo.
Era un escenario maravilloso lleno de luz, color, y niebla dada por la propia caída de la noche. Además, el juego de luces hacía que olvidaras que al otro lado de esa valla había una transitada carretera. Parecía una entrada a una Navidad eterna. Al acabar la primera línea del recorrido, todo esto quedaba en el olvido.
Una cantidad inmensa de personas caminaban, a paso pautado, para seguir el recorrido establecido. Si bien en la primera parte había algo más de distensión, tras el túnel en el que se escuchaba una mezcla de música clásica y cantos de pájaros, todo pasó a ser acelerado. El personal del Jardín Botánico gritaba, recordando al momento Capilla Sixtina, que no podíamos detenernos, que sigamos adelante y que no podemos parar en todo el recorrido hasta la salida. Siguiendo por tanto esa larga cola (más llena de gente e, inevitablemente, sin distancia de seguridad) se llegaba al segundo momento de distensión.

De nuevo dejaban algo más de espacio y respiro, pero no se podía alcanzar todo el recorrido pues si tomabas una dirección, el personal te impedía volver atrás para evitar las aglomeraciones. Con esto, el gran final de la visita se acercaba: las fuentes de colores y de luces asomaban y creaban, otra vez, un ambiente mágico lleno de sentido y de belleza. Tras diez segundos de admiración, las voces “no se detengan, sigan adelante” volvieron a retumbar en los oídos de los y las asistentes.
Así, acababa aquel recorrido que tanta fama ha suscitado estos meses en la ciudad madrileña. Sin duda, es un espectáculo de luces, colores y naturaleza digno de ver, pero quizá no fueron las mejores condiciones. La distancia de seguridad no quedaba garantizada en todo momento, y, por si fuera poco, los 13,50€ de la entrada recordaban que quizá ir a toda prisa haciendo el recorrido no era lo más justo.