Irene Mira y Selene Serrano
Birmania lleva en un conflicto constante desde su pasada independencia del Imperio Británico, en 1948. Como se ha visto estos días en los medios, el reciente golpe de Estado ha puesto al país en el punto de mira de las democracias occidentales. Pero no es la primera vez que ocurre algo similar.
El principal punto de conflicto se encuentra en las diferentes etnias y religiones que lo componen. El gobierno del país denomina a esto limpieza de etnias. La realidad del Estado en cuanto a esto es una gran pluralidad. Según un estudio de Expansión, en el 2010, el 74’79% de la sociedad birmana era budista, seguida del Animismo (religión que atribuye a todos los seres, objetos y fenómenos de la naturaleza un alma o principio vital), Cristianismo o Islam, entre otras. En Birmania encontramos un total de 135 grupos y minorías étnicas y religiosas entre las que destacamos a los rogingyà, los gorkha o los panthay… A partir de la instauración de la dictadura militar fue cuando se les privó -a estas minorías étnicas- de sus derechos como ciudadanos y se pasó a considerarlos inmigrantes ilegales.
El Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo es el nombre oficial de la Junta militar. Tras las elecciones de 1990, en las que ganó la Liga Nacional para la Democracia (LND) guiada por Aung San Suu Kyi con una aplastante mayoría, decidieron mantener el poder y el régimen militar en Birmania. Este régimen está acusado de persecuciones brutales a los opositores, estudiantes y minorías étnicas, así como de violar los Derechos Humanos. En 2008, se consiguió redactar una nueva constitución, la cual tiene un origen controvertido ya que fue redactada por los propios militares. Tras las elecciones del 2010, la Junta Militar se disolvió pero traspasó su poder al partido USPD (Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo). Estas elecciones fueron respaldadas por los militares, por lo que no se respetaban, de nuevo, los Derechos Humanos.
Entre elecciones, golpes de Estado y constituciones se ha ido viendo a lo largo de la historia cómo las Fuerzas Armadas han ido adquiriendo cada vez más poder. Con la Constitución de 1974 se comienza a trasladar este dominio hacia los militares, dando lugar a que en 1988 se produjesen una serie de levantamientos protagonizados por los estudiantes en contra de esta autoridad. Sin embargo, las luchas fueron en vano. La junta militar ha gobernado el país desde 1988 hasta el 2010 haciéndose con el poder casi absoluto, ya que, durante su mandato, han conseguido que no se aprueben las mociones y cambios en la Constitución de los partidos democráticos.
Aung San Suu Kyi
Aung San Suu Kyi, política birmana del partido Nacional para la Democracia (LND), es mundialmente conocida debido a sus numerosos premios internacionales; entre ellos, el Nobel de la Paz en el año 1991 por luchar para la democratización de Birmania.
Es hija del héroe de la independencia del país, el general Aung San que fue asesinado en julio de 1947, durante el período de transición, seis meses antes de la lograda independencia. En el año 1960, viajó a la India con su madre, Daw Khin Kyi, quien había sido nombrada embajadora de su país en la ciudad de Delhi. Cuatro años más tarde viajó a Reino Unido, pero en 1988 decidió volver a Birmania. En esta época el país estaba viviendo una importante revuelta política en la que se pedía una reforma democrática. Estas revueltas las protagonizaron estudiantes, trabajadores y monjes.
Inspirada por su padre y la campaña por los derechos civiles en Estados Unidos de Martin Luther King y el impulso por la independencia de India de Mahatma Gandhi, Suu Kyi organizó movilizaciones alrededor del país que hacían un llamamiento a la reforma democrática y las elecciones libres. Sin embargo, estas revoluciones fueron brutalmente reprimidas por el ejército y Suu Kyi fue enviada a cumplir arresto domiciliario al año siguiente. Permaneció bajo este arresto seis años, hasta 1995, pero poco después, en el año 2000 volvió a ser detenida ya que desafió las restricciones de movimiento que le habían sido impuestas. De este arresto fue liberada, de forma incondicional, en el año 2002, sin embargo, fue enviada a la cárcel de nuevo, por un fuerte enfrentamiento entre sus seguidores y militantes del gobierno. Consiguió que la dejaran salir de la cárcel con la condición de seguir bajo arresto domiciliario y confinamiento solitario, teniendo prohibido ver a sus hijos y esposo.
Debido a todos estos acontecimientos, se vio obligada a la no participación de las primeras elecciones “democráticas” del país en más de 20 años pues la liberaron una vez habían pasado (6 días después). Más tarde, en el año 2012, su partido logró 43 de los 45 escaños del Parlamento. De este modo, consiguió hacerse congresista y líder de la oposición.
El 8 de noviembre de 2015, se realizaron en Birmania las primeras elecciones abiertas y libres en 25 años, donde el LND obtuvo un abrumador triunfo. Sin embargo, Aung San Suu Kyi no podía ser presidenta debido a una restricción constitucional que impide que se presenten candidatos con cónyuges o hijos nacidos en el extranjero -norma que iba dirigida concretamente a Suu Kyi, ya que sus hijos eran de nacionalidad inglesa-. Con todo esto, pronto se frustraron los escasos avances que mostraba el desarrollo democrático en su país.
En el año 2016, todos los honores internacionales y nacionales se empezaron a ver, más o menos, cuestionados debido a la inacción y el negacionismo de la laureada limpieza étnica de los rohinyá, una minoría musulmana en la región occidental del país. Los críticos dicen que Suu Kyi no hizo, ni ha hecho lo suficiente para condenar a los militares. Por eso, ella y Birmania se enfrentan un juicio por genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con sede en La Haya.
Además, desde que asumió el poder, Suu Kyi y su gobierno también se han enfrentado a críticas por enjuiciar a periodistas y activistas basándose en leyes de la era colonial. El caso más conocido es el de los periodistas de la agencia Reuters que fueron condenados -aunque luego liberados- por cubrir los ataques en contra de los rohingya.
Ahora, esos mismos militares -alegando fraude en las última elecciones, en las que el partido de Suu Kyi ganó por avalancha- decidieron sacarla del poder dando lugar a un nuevo golpe de Estado, mostrando que el último capítulo en la vida de esta compleja mujer -considerada heroína y traidora al mismo tiempo- aún no está escrito.
Este golpe de Estado tuvo lugar el pasado 1 de febrero. Desde entonces, Birmania forma parte de los noticiarios de muchos de los países europeos (sobre todo de Inglaterra, debido a su pasado común). Ese 1 de febrero, los jefes militares del país transmitieron, a través de la televisión estatal, una declaración de un estado de emergencia que se prolongará durante un año. Además, se declaró que el mando sería desde ese momento del comandante Min Aung Hlaing. Todo esto sucedió tras una nueva detención a la líder Aung San Suu Kyi.
Con todo esto, se vive un creciente miedo, pues, como hemos visto, no es la primera vez que el país pasa por algo similar. Por otra parte, el control del estado sobre los medios de comunicación y el internet en general, también genera un grave problema, no solo de libertades y libres accesos, sino del derecho a informarse libremente. El objetivo principal es que no puedan llegar a organizarse a través de estos medios, dejando al pueblo birmani, una vez más, en una pésima situación.