Este artículo tenía que ser una crónica, pero ni a eso ha podido llegar. Si las nominaciones de los Premios Odeón en su segunda edición ya fueron algo descorazonadoras (aunque, todo sea dicho, no tanto como las de 2020), el disgusto fue mayúsculo al ver que ni siquiera habría gala, sino que los premios serían entregados vía Instagram por unos presentadores de risa. De risa, literalmente, ya que entre ellos estuvieron personajes verdaderamente cómicos como Samantha Hudson, Brays Efe o Yolanda Ramos, que siempre tienen cabida en una entrega de premios y que dinamizaron la secuencia de instastories. Pero también produjeron risa o, más bien, vergüenza ajena, Dulceida galardonando a Vetusta Morla (sin ánimo de criticar a la influencer, que hizo bien su papel, sino a quien eligió una combinación tan macabra) o una Daniela Blasco incapaz de prepararse un par de frases coherentes sin meter diez muletillas o sin parecer estar grabando un Tik Tok. Otros de los presentadores, aunque no entendiésemos muy bien qué hacían en unos premios musicales, supieron estar a la altura de un evento que pretende ser serio y ejemplar: Jedet y Valentina Zenere rezumaron elegancia y Greta Fernández, Álvaro Mel, Belén Hostalet o Luc Loren estuvieron muy correctos. Se agradeció, entre tanta sensación de montaje forzado que transmitió esta extraña gala exprés, la cercanía de María Toledo, ilusionada por la victoria de su amiga María Jiménez.
Sabiendo que el espectáculo no me satisfaría, pensé que iba a agradecer ver los premios en tan sólo cinco minutos, pero ocurrió al revés. Se evidenció que unos premios necesitan de una gala, necesitan de un evento, necesitan de photocalls y de actuaciones en directo. Son elementos que los visten y dan caché, mucho más a los Odeón, que tienen acceso a grandes artistas a los que invitar, y que tienen que compensar la subjetividad de sus decisiones. Además, entregas de premios recientes como los Globos de Oro o los Goya han demostrado que es posible organizar una gala decente en la era COVID, aunque los ganadores tengan que saludar por videollamada desde el salón de su casa. Y dudamos que a la alianza de las tres mayores discográficas del país le falte presupuesto para realizar un evento como el de la Academia de Cine. Los premios Odeón se la jugaron y se equivocaron, adoptando una forma que, fuera de la situación de confinamiento domiciliario de hace un año, no había lugar. El formato intentó ser moderno y joven y acabó transmitiendo poca seriedad, lo cual no es compatible con su intención de ser los Grammy españoles.
Cuando la organización hizo públicas las nominaciones de la edición de 2021 ya atrajo la mirada y la opinión de los espectadores. Aunque no se hizo de la mejor manera (con nominaciones sin pies ni cabeza, como la de Mikel Izal, con una carrera de casi 12 años en la música, a artista revelación de rock), se apreció el esfuerzo de las discográficas por hacer hueco al indie o, por lo menos, a lo que no suena en los 40 Principales. Sobre todo después de que, en la pasada edición, artistas como Aitana acaparasen hasta seis nominaciones, siendo sus competidores Camela, Don Patricio y otros siete participantes de Operación Triunfo. La mejora en las nominaciones ha sido, por tanto, notable. Han conseguido representar mejor las amplias disciplinas del panorama musical, desde el tontipop hasta el flamenco, alcanzando a artistas internacionales como Dua Lipa, cuyo vídeo recibiendo el premio fue una agradable sorpresa, que dio a los premios parte del caché que han perdido con el formato. De hecho, la alabanza más repetida en los medios ha sido lo “repartidos” que han estado los galardones este año, dentro de lo que cabe, no acaparando ningún artista más de una estatuilla. Aunque, probablemente, nadie se habría molestado si hubiesen concedido todas a C. Tangana después de lo que ha hecho con “El Madrileño”.
A pesar de estos cumplidos, los premios Odeón siguen con el mismo problema de raíz: nadie tiene muy claro ni su objetivo, ni qué se está premiando realmente. ¿Las ventas? ¿La innovación? ¿Son un simple intento de dar visibilidad a sus artistas ante el público? ¿De reafirmarse como líderes de mercado?
El premio a mejor canción pop lo ganaron Aitana y Cali y el Dandee con “+” y, aunque era la que más reproducciones acumula en Spotify de las candidatas, su impacto es incomparable al de “A un paso de la luna” de Ana Mena y Rocco Hunt, que han irrumpido de forma admirable en la escena del reggaetón tendiendo puentes con la música italiana, o la sencilla e increíble “Eso que tú me das” con que se despedía Pau Donés. “+” se habrá llevado el premio y el reconocimiento, pero no creo que nadie en el futuro la recuerde como la canción pop del 2020.
El premio a mejor álbum pop se lo llevó David Bisbal por “En tus planes” que, de nuevo, acumula el mayor número de escuchas con potentes colaboraciones (evidentemente comerciales), aunque creemos que lo que están premiándole verdaderamente es haber sacado por fin un álbum, algo que no ocurría desde 2016. Una pena que no se lo llevase Rozalén, que ha hecho, como acostumbra, una labor humana admirable durante el COVID con su música, aunque con el Goya a mejor canción original que acaba de ganar no estará demasiado afectada por la derrota. Lo que sí que es complicado de entender es que Pablo Alborán le haya quitado el premio a mejor artista pop a Rosalía, la artista española más exitosa con diferencia, que alcanza con facilidad varios cientos de millones de reproducciones; como tampoco entendemos que Vanesa Martín estuviese entre los seis nominados de esta categoría. De nuevo no tenemos muy claro qué premia esta gente exactamente. Un premio muy merecido fue el de Nil Moliner a artista revelación pop. Eso sí, si algo queda claro es que los organizadores no parecen comprender el concepto “revelación”, porque han incluido a Cepeda y a Natalia Lacunza, que ya recibieron varias nominaciones el año pasado; a Miki Núñez, que ha representado a España en Eurovisión; o a Dani Fernández, cuyo primer álbum en solitario salió en 2018 y ya empezó su carrera con Auryn nada menos que en 2012, repitiendo el patrón de Mikel Izal.
Aunque la cosa iba bien, se desmorona al llegar a la categoría de mejor álbum rock, que se llevó Bunbury, con unas nominaciones completamente desfasadas: La Polla Records, Manolo García… ¿En qué año estamos? El panorama no mejora con el mejor artista rock, donde de nuevo encontramos a Bunbury, Loquillo o Rosendo (en serio, ¿en qué año estamos?). Ganó Leiva, lo cual no entendemos porque ni siquiera ha publicado álbum en 2020, pero bueno, dentro de todo lo que no entendemos, es lo más comprensible. Este es el problema de organizar unos premios teniendo en cuenta a los miembros de tres discográficas sin dejar más que una migaja para artistas ajenos: que no tienes tantos artistas como tú te crees. El menosprecio del indie o de las pequeñas discográficas es lo que hace que estos premios no representen para nada la escena musical española. El artista revelación rock fue Marlon, un galardón merecido tras un satisfactorio 2020 para este grupo. Nos alegró especialmente la nominación de Arde Bogotá que, aunque aún tiene que crecer, es una gran promesa.
El tema de repartir los premios causó la que fue, probablemente, la mayor vergüenza de los premios: que “Mil tequilas” de Chema Rivas le arrebatase el premio a mejor canción urbana a “Tú me dejaste de querer” de C. Tangana. Queremos pensar que estos premios se votaron antes del estreno de “El Madrileño”. También pasaron por encima de Bad Gyal y Omar Montes con “Alocao”, canción que ha tenido mucho tirón. El Madrileño se llevó, sin embargo, el premio a artista odeón urbano, lo que nos tranquilizó un poco. Lo que sí que no tiene perdón es que Nathy Peluso no fuese galardonada a mejor álbum urbano después de la revolución que ha causado este 2020, frente a Kidd Keo con “Back to report”. De nuevo perdió también el premio a artista revelación urbano, frente a RVFV que seré yo una inculta por no saber quién es.
En flamenco, triunfaron Israel Fernández y Diego del Morao con “Amor” en la categoría de mejor álbum flamenco y María Jiménez como artista odeón flamenco. Al flamenco le ocurría igual que al rock: no son géneros en alza ni comerciales, por lo que no son la especialidad de estas discográficas, y de nuevo uno se siente desubicado de fecha con el batiburrillo desfasado de los nominados. Fue una gran alegría, sin embargo, el galardón a María José Llergo a artista revelación flamenco, tras un trabajo profundo, innovador e impecable de esta cantaora emergente.
En el ámbito de lo alternativo, Txarango se llevó el premio a mejor álbum por “De vent i ales”, agradeciéndose el reconocimiento a la música en otros dialectos españoles más allá del castellano. Se lo habría merecido también Stay Homas que, por otro lado, ganó merecidamente el premio a mejor proyecto COVID. Vetusta Morla se llevó el galardón a artista odeón alternativo, aunque habríamos comprendido más que se hubiesen llevado el premio a mejor álbum por la originalidad de “MDSL” o incluso mejor proyecto COVID por “Los abrazos prohibidos”, canción con la que reunieron a grandes rostros de la música española para homenajear a los sanitarios en pleno confinamiento.
Galardones dignos de aplauso fueron el de artista revelación alternativo a La La Love You y el de artista odeón latino a Bad Bunny. Ambos ganadores han arrasado en sus respectivos campos en 2020 frente a sus competidores, cada uno en su medida. El premio a mejor artista internacional estaba reñido con The Weeknd, Harry Styles y BTS entre los nominados. Aunque se lo llevó Dua Lipa, cualquiera de los cuatro habría sido un ganador merecido. “A un paso de la luna” se llevó su reconocimiento en mejor videoclip, aunque sea imperdonable que venciese a “TKN” de Rosalía y Travis Scott. Para acabar, el sinsabor del premio de honor a Rafael no nos lo quita nadie, no porque no lo mereciese, sino porque este año se lo tenía que haber llevado El Dúo Dinámico después de la que se lió con el “Resistiré”. Esa sí que será recordada como la canción del 2020, y no “+”.