Con el cambio de estación aumentan los síntomas de depresión y ansiedad
Los cielos están más despejados, han subido las temperaturas, atardece algo más tarde y nos acabamos de despedir de las flores de los almendros, lo que indica que muy pronto empezarán a florecer los demás árboles. Dos meses después de los efectos de Filomena, que estuvieron a punto de producir la declaración de una emergencia climática en Madrid; se han iniciado los primeros cambios propios del comienzo de la primavera. Sin embargo, la llegada de la nueva estación puede tener efectos negativos.
Como todos los dichos populares, el refrán “la primavera la sangre altera” esconde una gran verdad y es que con la llegada del buen tiempo nuestro cuerpo puede revolucionarse. Está comprobado científicamente que el aumento de la luz solar y de la temperatura provocan la segregación de hormonas como la serotonina que mejoran el estado de ánimo. Sin embargo, los efectos psicológicos de la llegada de la primavera pueden darse de maneras muy diferentes y por causas variadas, según el psicólogo Daniel Fernández: “El cómo afecta depende de la persona, según la interpretación que le damos a los cambios o incluso factores químicos endógenos en nosotros”.
Es común experimentar en este momento del año síntomas de ansiedad y/o de depresión, sin llegar a darse, en la gran mayoría de los casos, de forma suficientemente potente como para diagnosticar dichas enfermedades clínicamente. El término más conocido es el de la astenia primaveral, que hace referencia al amodorramiento, tristeza y pérdida de energía de esta época. Esta se experimenta como efecto secundario de todos estos cambios hormonales, que al cuerpo puede costarle asimilar, dejándolo exhausto.
De por sí es algo natural que algunas personas sufran de forma más acentuada los cambios de ciclo, algo que se evidencia, por ejemplo, en el síndrome premenstrual de la mujer donde, de nuevo, juega un papel fundamental la segregación de hormonas. Pero más allá de lo físico, también puede darse una dificultad emocional exagerada para aceptar los cambios, que se asocian con el miedo a lo que está por llegar o con el dolor de la pérdida de lo anterior. Por ello, las personas más propensas a experimentar estos síntomas son las que tienen patologías psicológicas previas.
Además, cabe tener en cuenta el repunte que ha acompañado a las cifras coronavíricas: el de los problemas psicológicos. Ya el pasado 25 de enero, Clara Ramas, diputada de Más Madrid, alertaba que “la cuarta ola será la ola de la salud mental, afectará al 30% de la población”. Este miércoles, el propio Iñigo Errejón ponía el foco sobre el problema, señalando la deficiencia del sistema sanitario público en la cobertura de servicios psicológicos. La imposibilidad de financiar la terapia con un psicólogo o la supervisión de un buen psiquiatra, hace que la única solución sea la medicación por parte de los médicos de atención primaria, que no están especializados en un tema tan delicado. La reacción general de desacuerdo e indignación frente al grito del diputado Carmelo Romero “Errejón, vete al médico”, es un halo de esperanza ante este problema, que necesita cuanto antes de una solución.
Por otro lado, según publicaba el periódico La Marea el pasado 9 de enero, si bien 2020 fue el año más cálido registrado en la historia por el Servicio de Cambio Climático Copernicus (C3S); España alcanzó su temperatura más baja histórica en el Parque Natural de l’Alt Pirineu, Lleida, concretamente -34 ºC. De hecho, uno de los síntomas del cambio climático son las temperaturas extremas y, consecuentemente, cambios estacionales mucho más bruscos. De esta manera, el cambio climático podría producir un aumento en la intensidad de estos síntomas psicológicos, así como un incremento en el número de personas afectadas.
Además de la tristeza y el cansancio causados por la acelerada actividad hormonal; los momentos de cambios, tanto físicos como emocionales, incluida la llegada de la primavera, pueden producir también ansiedad y estrés. Según estadísticas del Observatorio de Medicamentos que acoge la Asociación Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) del Ministerio de Sanidad, el consumo de ansiolíticos con receta oficial oscila a lo largo del año y aumenta en el mes de marzo en casi un 9%. Los datos están recogidos por dosis, por lo que este aumento podría significar un incremento de la dosis recetada a pacientes que ya padecen ansiedad o del número de pacientes que precisan medicación. Lo que está claro es que el impacto producido por el cambio estacional influye en el aumento de casos de ansiedad, de hecho, el segundo momento de auge es septiembre con la llegada del otoño.


La ansiedad es una emoción natural y necesaria, sin embargo, en magnitudes exageradas puede perjudicarnos y empeorar nuestra calidad de vida. En un pico puede llevarnos a experimentar los conocidos ataques de ansiedad, caracterizados por síntomas como gran angustia, sensación de peligro, sudoración, hiperventilación (por sensación de falta de aire), llanto… Si los síntomas persisten o se producen varios de estos ataques de pánico puede llegarse a hablar de un trastorno de ansiedad generalizada (TAG).
Frente al aumento de la preocupación, el estrés y la tristeza que podemos experimentar con la llegada de la primavera, Antonio Cano, catedrático de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) recomienda, en primer lugar, información. Es esencial conocernos, por un lado, a nosotros mismos y, por otro lado, qué significan los síntomas que experimentamos. No saber lo que nos está pasando puede producir un aumento de esa angustia, sin embargo, poseer información e identificar sensaciones es el primer paso para poder encontrar una solución.
Además de estar bien informado, conviene cuidarse físicamente. Frente a la ansiedad es muy recomendable el ejercicio físico para la descarga de adrenalina y de energía. También lo es con síntomas depresivos, pues estimula la segregación de hormonas que mejoran el estado de ánimo y ayuda a no quedarse estancado en la tristeza y la modorra. Conviene también estar bien hidratado y alimentado.
Cano recomienda “enfocarlo desde el punto de vista del aprendizaje”, es decir, aprender nuestra manera de funcionar para actuar en consecuencia y poder corregir esas conductas irracionales. La mejor forma de hacer esto es ejercitarnos con patrones de repetición para la adquisición de nuevos hábitos frente a los miedos. Por último, es muy importante establecer una buena red de cuidados donde nos sintamos seguros para expresar las emociones que nos afligen. Y, por supuesto, en caso de persistencia del malestar, acudir a un especialista que nos ayude a ejecutar un buen diagnóstico y buscar soluciones.