Por Jara Monter Orea
Las vanguardias -esos rompedores y novedosos movimientos artísticos del siglo XX– fueron acompañadas de guerra, rechazo y exilio. Sus autores vivieron un destino común: el de cruzar el océano y cambiar de continente. Miró en París, Dalí en Nueva York… los grandes nombres españoles emigraron huyendo de la Guerra Civil y de la mundial. Y el tiempo los guardó a ellos. Cabe preguntarse, ¿qué paso con las mujeres?
Remedios Varo – María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga- murió en México por la misma causa política que sus compañeros surrealistas. Su pintura, intrigante y personal, mezcla elementos mágicos, científicos y políticos dentro de un mundo onírico propio del surrealismo. Partidaria de la República, con la llegada de la Guerra Civil tuvo que abandonar España para nunca más volver.
París, a 24 de septiembre [1959], Octavio Paz a Remedios Varo
Querida Remedios:
He pensado mucho en ti. Todos tus amigos, todos los amigos de Benjamin, hemos pensado en ti. Ya sé que es inútil pensar, inútil hablar. Todo es inútil. […]
Vida
Remedios nació en Anglès, un pueblo de Gerona, en 1908, y pronto su familia se trasladó a Madrid. Allí, comenzó a estudiar en la famosa Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde muy pocas mujeres habían conseguido entrar. Al terminar sus estudios contrajo matrimonio para poder dejar la casa familiar y, ya independiente, se estableció en Barcelona. El matrimonio duró tan solo dos años, pero, gracias a él, Remedios tuvo su primer contacto con las vanguardias. Para entonces trabajaba como publicista y había empezado a adentrarse en el mundo del surrealismo catalán. En 1936, formó parte del grupo “Logicofobista”, que exponía en Barcelona y tenía una visión del surrealismo distinta de la hegemónica parisina. Buscaban una mayor implicación social y pretendían mostrar que había una generación surrealista más allá de Dalí y Miró. Sin embargo, el grupo solo pudo hacer una única exposición -en la que Remedios participó con tres dibujos perdidos– puesto que la guerra puso fin a sus aspiraciones.
En el primer año de guerra, Remedios permaneció en España junto a su gran amor, el poeta surrealista francés Benjamin Péret, que se unió a las filas republicanas. Y es en 1937 cuando, juntos, marcharon a Francia estableciéndose en París. Péret había sido uno de los fundadores del movimiento surrealista y con su regreso a París introdujo a Remedios al círculo cercano de André Breton.

En París, rodeada de un círculo surrealista afianzado y con la amistad de las autoras Leonora Carrington y Dora Maar, así como el propio Breton, Remedios hizo obras como Espíritus de la montaña o Títeres vegetales. Los dos cuadros comparten una misma gama de colores oscura y motivos inquietantes que remiten a un mundo extraño y aterrador -quizás, como el de la guerra en España-.
Una guerra sucedió a la otra, y cuando en 1941 los nazis ocuparon Francia, Remedios y Benjamin se exiliaron a México. Allí, coincidió de nuevo con Leonora Carrington y con Octavio Paz, autor de la carta citada al principio, con los que entabló -entre muchos otros exiliados- una larga amistad. Para Remedios, su llegada a México supuso un rayo de luz entre huidas y cárceles. El ambiente y el aura de las ciudades mexicanas sirvió como catalizador para que Remedios comenzase una atractiva y espiritual producción artística, que durante los años previos se había visto truncada por la pena y el trauma.
La artista se enamoró del país que le abrió las puertas, como cuenta en sus cartas: “mi vida, no sólo material o sentimental sino también intelectual, está ahí, en esa tierra que sinceramente amo con todas sus fallas, defectos y calamidades […]”. Y a excepción de una expedición científica a Venezuela, a partir del cual elaboró obras como “Malaria” (1947), permaneció en México hasta su muerte.

Obra
La obra de Remedios Varo tiene unas características muy marcadas: el cuerpo de sus figuras humanas y fantásticas es alargado, con la forma de la cara redondeada y terminada en punta por la barbilla, de grandes ojos y boca pequeña. Incorpora espacios de gran tamaño, sean edificios o naturaleza, con un color casi homogéneo sobre el que destaca el personaje o elemento principal. Su arte está cargado de un fuerte simbolismo, magia, espiritismo y ciencia a la vez, que se materializa en obras como Premonición (1953) o Simpatía (1955).
Varo nunca adquirió la nacionalidad mexicana, aunque decidiese vivir allí. En esos años recibió numerosos encargos, llevó a cabo aclamadas exposiciones y pintó hasta su último día. Cada vez más mística, se fue alejando de lo que gestó la Europa previa a la guerra.
“Definitivamente he dejado de pertenecer a estas gentes (los surrealistas)”. El año en que escribió estas palabras a su amigo Walter Gruen,pintó La despedida (1958): un cuadro en el que cada figura toma un camino distinto, pero sus sombras permanecen unidas en un, quizás último, beso.
