Los orígenes del matrimonio: conveniencia, amor y religión

Irene Mira y Rocío Cruz

Actualmente si pensamos en el concepto de matrimonio lo más probable es que lo primero que se nos venga a la cabeza es la unión de dos personas por amor. Sin embargo, gran parte de la historia ha ido dejando constancia de que estas uniones, en la gran mayoría de los casos, no se daban por una cuestión amorosa sino por conveniencia, intereses políticos, culturales o sociales.

Una de las definiciones que posee el término matrimonio es que se ha tratado -y se trata- de una institución social fundamental comúnmente regulada por la ley, que involucra a dos personas físicas y naturales. Es decir, la forma de oficializar un vínculo de pareja y someterlo a las normativas legales, sociales, morales e incluso religiosas dictaminadas por la sociedad. Debido a estas características, por matrimonio podemos entender distintos tipos de conceptos socioculturales que dependen directamente de las tradiciones específicas de cada sociedad y su correspondiente imaginario. 

Recorrido histórico

La palabra matrimonio tiene su origen en el latín matrimonium, la cual deriva de la unión de los vocablos mater (“madre”) y monia, un término que se usaba para referirse a situaciones ceremoniales o legales.

El matrimonio tiene una existencia milenaria que empezó a desarrollarse con los modos en que las culturas antiguas celebraban y formalizaban la unión de las clases sociales más altas -reyes y nobles-. Dependiendo de las culturas y tradiciones el matrimonio tenía unas u otras características, pero fijándonos únicamente en Occidente, el enlace entre dos personas tal y como lo conocemos nació en la Antigua Roma. A menudo estas uniones suponían unos importantes cambios dinásticos, uniones estratégicas o modificaciones en la sucesión del poder político. 

En sus inicios, las clases menos pudientes no celebraban el matrimonio, pues no hacía falta esa validación para mantener relaciones sexuales o para concebir hijos. Aun así, al paso de los años, se fueron realizando celebraciones de carácter más austero en donde había un intercambio económico: quien recibía la esposa también recibía el control de una dote, perteneciente a la mujer, que podían ser animales, propiedades o un terreno para iniciar una familia productiva y sostenerla. 

Los festejos, normas y leyes matrimoniales romanas al tiempo evolucionaron y asimilaron la herencia de la cultura judeocristiana. Esta herencia convirtió la ceremonia en un vínculo sagrado, celebrado ante Dios y que todo el mundo debía realizar si quería mantener cualquier relación o tener hijos. 

A partir de finales de la Edad Media y con la aparición de la separación del Estado y la religión, el matrimonio se fue convirtiendo en una figura legal. De esta forma, surgió el matrimonio civil, el cual permitía casarse a personas de religiones distintas o impedidas por ley eclesiástica. También fue posible el divorcio -en España la Ley del Divorcio no fue aceptada hasta 1932 con la Segunda República-, que permitía la interrupción del matrimonio. No obstante, la Iglesia tardó en reconocerlo, ya que una de las características de sus votos matrimoniales es el lema: “hasta que la muerte los separe”.

“Hay casos en que la separación es inevitable, a veces, inclusive, moralmente necesaria, para sustraer a los hijos de la violencia y la explotación, y hasta de la indiferencia y el extrañamiento”

Testimonio del Papa Franciso durante la audiencia general en la plaza de San Pedro en el año 2015.
Visto en https://www.chicagotribune.com/hoy/ct-hoy-8451955-papa-considera-que-en-algunos-casos-la-separacion-es-necesaria-story.html

Para la Iglesia el matrimonio es un sacramento esencial, una unión necesariamente abierta a la posibilidad de procreación. Sin embargo, durante los últimos años hemos visto algunas declaraciones del Papa Francisco en las que menciona: “Hay casos en que la separación es inevitable, a veces, inclusive, moralmente necesaria, para sustraer a los hijos de la violencia y la explotación, y hasta de la indiferencia y el extrañamiento”. De esta declaración se puede extraer el planteamiento del matrimonio semejante a un contrato que tiene unas cláusulas para que sea válido y, si no se cumplen, se acaba convirtiendo en algo nulo sin valor.

A lo largo de este artículo nos hemos estado refiriendo únicamente a la unión entre hombres y mujeres. Sin embargo, en la actualidad nos encontramos con la necesidad de la reivindicación de un matrimonio más igualitario o una unión civil igualitaria, dependiendo de la legislación de cada país, en donde se pueda permitir que las parejas homosexuales puedan formalizar su amor y así acceder a los mismos derechos que las parejas heterosexuales. Esta cuestión todavía hoy es una tarea pendiente en muchos países

La evolución de la cuestión del matrimonio ha ido acompañada de distintos planteamientos expuestos por filósofas y teóricas feministas como Simone de Beauvoir, John Stuart y Harriet Mill, Mary Wollstonecraft y Mary Astell, entre otras. En el próximo artículo hablaremos de cómo abordaron la cuestión matrimonial estas pensadoras. ¡No te lo pierdas!