¿Qué está pasando en el mundo? ¿Por qué se habla de súper-población pero a la vez de que faltan nacimientos en España? Es cierto que el mundo, en cuanto a población crece, pero no en todos los lugares lo hace de igual modo. Mientras países como China o la India se consolidan como los países con mayores índices de población, otros, como Bosnia y Herzegovina y Bulgaria descienden en nacimientos.
Los factores y motivos que impulsan los cambios poblacionales mundiales son diversos, y cabe tratarlos con datos para no caer en desinformaciones –como el mito de la importancia de las migraciones, que, si bien juegan un papel importante, están muy por detrás de la relevancia que tienen la natalidad y la mortalidad–. Para empezar, las tasas de natalidad han variado mucho en las últimas décadas. Es impactante ver como en España la tasa de natalidad era de 2’86 hijos por mujer en 1960 mientras que en 2019 marca 1’24 hijos por madre. En la otra parte del mundo, en Filipinas, el descenso ha sido mucho más radical: de 7’15 hijos en 1960 a 2’58 hijos por mujer en 2019.
Un estudio de Naciones Unidas destaca que las diferencias continentales son de gran calibre: “Un 61% de la población mundial vive en Asia (4.700 millones), un 17% en África (1.300 millones), un 10% en Europa (750 millones), un 8% en Latinoamérica y el Caribe (650 millones) y el 5% restante en América del Norte (370 millones) y Oceanía (43 millones).” Esto suma un total de alrededor de 7.800 millones de personas en la actualidad, mientras que en 1950 se estimaba que los datos rondaban los 2.600 millones de personas en el mundo. Con esto, es evidente que las consecuencias que los datos ofrecidos conllevan son tremendas. Estas van desde una escasez de recursos como el agua a un aumento de la pobreza y un consecuente aumento de la contaminación y el cambio climático del que, aunque ya sufrimos los efectos, no van a dejar de aumentar.
Por los niveles de población actuales, se estima que África sea el continente que mayor crecimiento vaya a desarrollar. Esto es debido a que es actualmente el que más jóvenes acoge, por lo que su edad adulta está cercana, y con ella, la edad en la que más hijos se tendrán. Además, en algunos países como Níger hay tasas de natalidad altísimas (6’82 hijos por mujer) seguido de Chad, con una media de 5’65 hijos por mujer –ambos datos de 2019–. (Fuente: Banco Mundial).
Sin embargo, y pese a que la relevancia es evidente, la tasa de natalidad no es el único factor a tener en cuenta de los problemas y desigualdades poblacionales. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, la esperanza de vida ha ido aumentando paulatinamente. Esto ha venido de la mano de la ciencia, que ha conseguido que cada vez podamos vivir más años y con menos dificultades. Pero esto ha tenido consecuencias, la pirámide poblacional se ha girado en algunos territorios, siendo este un problema económico grave (la tasa de fecundidad de todos los países europeos está hoy en día muy por debajo de la necesaria para garantizar el reemplazo de la población a largo plazo). Esto es algo que está sucediendo en Europa, en la que el descenso poblacional deja entrever problemas de un futuro inmediato que ha pasado a ser todo un reto.
Además, este aumento de la longevidad no ha sido igualitario, sino que los países menos desarrollados o con menos posibilidades de desarrollo han seguido estando a la cola de aquellos con más esperanza de vida. No solo por la longevidad sino también por sufrir más riesgo de mortalidad infantil y materna como menos acceso a recursos en contra de epidemias como el VIH.
Tras este vistazo a nivel general del panorama mundial, se puede hacer hincapié también en las diferencias de población que se hallan dentro de los propios estados. En España, es bastante conocida la problemática que conlleva a día de hoy la desigualdad de repartición de la población, dando nombre a la “España Vacía o Vaciada”. Es necesario repensar las políticas para que los territorios tengan una población compensada para evitar problemas como la gentrificación en las grandes ciudades como Madrid o Barcelona y la falta de servicios públicos básicos como el transporte en gran parte de ambas Castillas, Extremadura y otros pueblos del Estado.