‘La mirada inquieta’: Lo que no te habían contado del arte prehistórico

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A no ser que hayas decidido adentrarte en el mundo de la Historia del Arte en profundidad, puede que tus conocimientos sobre las obras de arte que se crearon durante el periodo prehistórico sean escasos. 

Eugenia Tenembaum, historiadora del Arte y divulgadora cultural en redes sociales con más de 80 mil seguidores, explica en su primer libro La mirada inquieta. Cómo disfrutar del arte con tus propios ojos algunos aspectos que probablemente desconocías del arte prehistórico. 

El periodo al que conocemos como prehistoria es a menudo conocido como “el período anterior a la escritura”. Este comprende desde la aparición de los primeros seres humanos hasta el momento en el que se tiene constancia de la existencia de documentos escritos (esto ocurrió en Oriente Próximo hacia el 3300 a. C.). Se divide en tres grandes períodos: el Paleolítico, el Mesolítico, el Neolítico y la Edad de los Metales.

La historiadora refleja en sus páginas las palabras de la académica y activista austriaca Riane Eisler sobre el periodo que nos ocupa: “La prehistoria es como un gigantesco rompecabezas con más de la mitad de sus piezas destruidas o perdidas. Es imposible de reconstruir completamente. Pero el obstáculo principal para la adecuada reconstrucción de la prehistoria no es que nos falten tantas piezas; es que el paradigma predominante hace difícil interpretar con exactitud las piezas que tenemos y proyectar el modelo real en el cual encajan”.

Como comenta Tenembaum en su libro, “analizar una obra de arte es, en gran medida, entender el momento en el que fueron creadas”. Y es que a menudo se mira el arte del pasado con ojos del presente, analizándolo y juzgándolo con el pensamiento actual. Esto recibe el nombre de presentismo histórico, una práctica a evitar cuando nos ocupamos de cualquier disciplina histórica, incluida la Historia del Arte. 

Entre las representaciones artísticas más conocidas de este periodo se encuentran las pinturas rupestres y las llamadas Venus, dos de las cuestiones de las que se ocupa Tenembaum en el primer capítulo de su obra. 

Las Venus y la aportación de la mujer en la prehistoria

La mirada inquieta recoge el trabajo de diferentes sociólogas, prehistoriadoras e historiadores del arte sobre la aportación y el papel de las mujeres en las sociedades del Paleolítico y del Neolítico. Tenemabaum destaca que las mujeres “sí participaron en las intervenciones artísticas; sí cazaron; y no, no estuvieron subyugadas a sus homólogos masculinos ni limitadas a la recolección”. 

A menudo se establece que las sociedades paleolíticas estaban dominadas por hombres cazadores, los cuales eran a su vez responsables de la producción artística de la época. Sin embargo, la historiadora destaca que son escasas las representaciones masculinas. Sí abundan las femeninas, entre las que sobresalen las “estatuillas antropomorfas” del Paleolítico conocidas como Venus (puede que conozcas la Venus de Willendorf o la Venus de Lespugue). 

Venus de Lespugue – Wikimedia commons

La socióloga Eisler comenta en su obra El cáliz y la espada cómo estas estatuillas fueron descritas por algunos eruditos como expresiones de erotismo masculino: es decir, una “antigua versión de la revista Playboy de nuestra era”. Otra de sus interpretaciones pasa por ser expresiones de “primitivos y supuestos obscenos ritos de fertilidad”. Sin embargo, existe un gran debate sobre su origen, uso y significado. 

Mientras que sus proporciones desdibujadas (hay una clara diferencia entre el tamaño de las extremidades y otras partes del cuerpo como el pecho, los muslos…) han sido atribuidas a conceptos como “fertilidad”, “sexualidad”, “reproducción” o “maternidad”, un artículo en 1966 aportó una nueva visión. En Toward decolonizing gender: Female vision in the Upper Paleolithic, Catherine Hodge McCoid y LeRoy D. McDermott proponen una nueva interpretación: que estas figuras fueran en realidad autorretratos que llevaron a cabo las mujeres del Paleolítico. “Lo que en un principio parecen distorsiones anatómicas pasan a ser representaciones aptas si consideramos el cuerpo como si fuese visto por una mujer que se mira a sí misma desde arriba”, cita la historiadora en su obra. Tenembaum explica que para respaldar su teoría estas investigadoras compararon estas Venus con fotografías de mujeres que simulaban lo que una mujer ve de sí misma desde esa perspectiva cenital, coincidiendo a la perfección. En este artículo podéis observar esta comparación.

Otra interpretación de las pinturas rupestres

Otra de las representaciones artísticas más llamativas de la prehistoria son las pinturas ruprestres, llamadas así por estar ubicadas en paredes rocosas de las cuevas (también se han encontrado al aire libre, pero son menos frecuentes). 

Hablando de estas pinturas, Tenembaum explica a sus lectores/as que las primeras interpretaciones (que han sido a su vez las que más repercusión han tenido) volcaron “en el pasado estereotipos y prejuicios que pertenecían al presente”. 

En las pinturas rupestres del Paleolítico -que son las que ocupan el análisis de Tenembaum- suelen representarse animales. El discurso tradicional atribuye la creación de estas rupestres a rituales que “servían al propósito de propiciar la caza a través de la magia primitiva”. Sin embargo, Eisler explica que esta visión, generalmente acogida, “puede considerarse más la proyección de estereotipos que la interpretación lógica de lo que se observa”. Tenembaum también discrepa, pues apunta que para tomar como realista este enfoque se debe dar por hecho que la base de la dieta paleolítica era la carne. No obstante, afirma que es mucho más probable que estuviera basada en plantas y que la recolección tuviera una mayor importancia que la caza. 

Esta premisa que expone la historiadora se forma a partir de investigaciones realizadas por personalidades como Alexander Marshack, quien estudió en detalle los dibujos de un objeto de hueso clasificado como un arpón, para descubrir -según explica Eisler- que no sólo las púas de este supuesto arpón no iban en la dirección correcta, sino que además las puntas de la larga saeta estaban en el extremo equivocado. A raíz de este descubrimiento, Marshack determinó que esas representaciones se ajustaban más a “árboles, ramas y plantas”. 

Esto demuestra, según Tenembaum, que los expertos han proyectado sobre las pinturas rupestres “unas dinámicas, estructuras y actividades sociales que no se correspondían con la lectura lógica de dichas etapas”. 

Estas son solo algunas de las cuestiones que Eugenia Tenembaum abarca en su libro La mirada inquieta. En esta obra la historiadora abarca grandes periodos de la Historia del Arte, que van desde la prehistoria hasta el arte contemporáneo, pasando por el Renacimiento, el Romanticismo o las Vanguardias.