Las ciudades visibles

La relación de la ciudad con la literatura es inmensa. Hoy, el día de la ciudad, es más que relevante hacerle un hueco En El Vértice. Los espacios públicos forman parte de la existencia y de las vivencias de las personas. El urbanismo, la arquitectura de la ciudad y los planes de peatonalización (por ejemplo) de la urbe son fundamentales para el día a día de las personas. 

La ciudad —el pueblo o el espacio— donde sucede una novela encuadra por completo su paso y su contexto. Así, no es lo mismo una obra de teatro en España en 1938 que la misma obra sucedida en Francia. Las condiciones vividas y el contexto marcan por completo cada paso que los personajes creados y ficticios dan en esas calles. La configuración de la ciudad —ficticia o real— determina el final de nuestros más queridos protagonistas. Así, a lo largo y ancho de algunos de los libros que nos han acompañado, la penetración completa de su ciudad o pueblo es más que evidente. 

¿Qué sería Joyce sin Dublín? La escultura que conmemora al escritor en una de las calles peatonales de su ciudad no deja más que evidencias de esto que comentamos. Quizá, si analizamos el papel del Dublín de Joyce desde el punto de vista de los personajes de Dublineses, esa escultura tendría una ubicación algo menos conmemorativa. Y es que el Dublín de Joyce es el Dublín tacaño, en busca siempre de la moneda, del chelín. También es la ciudad borracha, donde el espacio público y los bares representan a las gentes y les hacen ir por caminos que (en el caso de los relatos) las esposas nunca querrían para ellos. Pero esa ciudad también es la de los niños traviesos que deciden buscar aventuras y correr por al lado del río Liffey. Los ríos, ¡qué importantes son para las configuraciones de las ciudades europeas! Los niños también forman parte de la ciudad, y, si no hay espacios para ellos, los buscan. Esos espacios, en Joyce, son el campo, los puentes y los alrededores del río. 

“El imaginario de la actual ubicación de los parques infantiles en la ciudad solo tiene en cuenta la posibilidad de que las y los niños estén escolarizados”.

Por otra parte, el río y el puente de Praga son importantes para la obra de Kafka. La configuración de la obra kafkiana también parte de base en una ciudad. Aunque en este caso las referencias no son tan evidentes, es el contexto del propio autor y las ciudades que él conoce las que configuran sus obras. 

Para Joyce, además, es importante el contexto que Dublín, en este caso, vive. La batalla de lo inglés frente a lo irlandés se ve en todo el libro de una manera trasversal. Esto, junto con los nombres de las calles que recorren Dublín, muestra al fin y al cabo las preocupaciones que ya había y las discrepancias entre naciones vecinas. Brian Friel en su obra teatral Translations consigue sacar a la luz todo lo que los topónimos cuentan de los territorios. En una obra en la que, de nuevo, se contrapone lo irlandés con lo inglés, y con una majestuosa y elegante muestra de la invasión (paulatina pero precisa) a través de los nombres de los pueblos. En Joyce de nuevo, en una ocasión, en el relato de Una nubecilla, se hace referencia a “cruzar el charco”, hablando del mar que separa ambas tierras. La niebla que se menciona también en este relato, ese halo de confusión que todo lo nubla y, en cierto sentido, lo corrompe, puede recordar a la niebla de Lisboa. Esa niebla que Tabucchi en Sostiene Pereira considera reveladora, esa niebla que hace que sepamos que “Europa huele a muerto”.

En esa obra la ciudad marca de inicio a fin la obra (la ciudad, y el contexto). Si esa obra se enmarcase en Italia no tendría sentido. Lisboa de verano, Lisboa con la niebla como cuna, de algún modo, del salazarismo. Las plazas en apoyo a la dictadura española son lo que hacen al protagonista darse cuenta de que él no es apolítico. Salir de Lisboa e irse a un balneario lo aleja de ese ambiente y puede, de algún modo, darse cuenta de lo que pasa en la ciudad. Las calles de Lisboa están llenas de vecinos que pueden vender a quien sea.  El espacio público y el espacio privado (como dibujará después Gopegui) se funden y se vuelven uno único. Incluso en el bloque de pisos de la redacción Pereira se siente inseguro. De un modo sutil y magistral Lisboa se llena de nostalgia. Se puede ver en el propio relato y en los acontecimientos cómo la ciudad (en principio objetiva) se vuelve triste y opaca (llena de niebla). Se va tornando nostálgica a la vez que la obra, mientras que, el exterior, Francia e incluso las afueras de Portugal, se ven como tierras de sol y paz. 

Y Gopegui. Gopegui consigue que Madrid sea un campo de batalla sin haber una guerra en él. Madrid como hostil y acogedor al mismo tiempo. La ciudad como lugar de precariedad absoluta y de metros cuadrados que encierran a las personas y no dejan espacios públicos para relacionarse. Como se ha mencionado con anterioridad, la autora hace hincapié en la fusión de los espacios públicos y los privados. Y eso tiene mucho que ver con la intimidad. En una ciudad marcada por la prisa, por el trabajo y la individualidad (frente a las ideas de colectividad que se plasman), no queda tiempo para la individualidad. 

Junto con esto, es imposible no mencionar el concepto de extranjería. El que se siente extraño en una ciudad porque no es suya, o porque no se siente parte de ello vive de un modo diferente la ciudad. Los testigos de Weiss en La indagación que ya no viven en Alemania ven Alemania distinto a los alemanes que opinan que no se debe juzgar ya más, porque eso ya pasó. El concepto de ciudad puede ser opuesto para la persona que vive en un piso con vistas a su puta madre (Gopegui, P.59) que para la que tiene una casa vacacional en la que invitar a todos sus amigos, como Clarissa de Virginia Woolf en La señora Dalloway. 

Emigrar de las ciudades es otro elemento recurrente en la literatura. Se emigra porque se debe o porque no se está bien. Normalmente, se emigra obligado. En La señora Dalloway se ve la idea de emigrar como algo a lo que se quiere forzar. “Mandar personas a Canadá”. Eveline, de Joyce quiere emigrar para alejarse de un padre que poco bien le hace, los testigos de Weiss emigran porque no son capaces de sentirse de un lugar que no los quiere y Pereira emigra porque no tiene otra opción. Y como no puede ser de otro modo, y recordando el relato de Daudet:

¡Viva la emigración!