Un grito contra el olvido de los oficios textiles
“Desde pequeña he sabido que quería dedicarme a la costura. Con dos años, por ejemplo, ya le hacía vestidos a las muñecas con toallitas que dejaba secar y con pinzas del pelo”. Esos fueron los inicios de Ayla en el mundo de la confección. Actualmente, después de “más o menos” siete años en el mundillo, esta joven madrileña tiene su propia empresa de mercería y confección, Needles & Coffee.
“De pequeña como no sabía coser les hacía ropa a las muñecas y se la sujetaba con alfileres. Tenía a la Nancy toda agujereada”, recuerda María del Mar Vega. Esta patronista lleva dedicándose a la costura casi 40 años, y recuerda que cuando estudiaba la suya ya era una profesión que pasaba desapercibida. En su primer trabajo, en una tienda de arreglos, la patronista del local le aconsejó que no se dedicara solo a la costura. “Como diciéndome que con con ella no podía aspirar a mucho”, recuerda.
Los trabajos relacionados con el mundo de la moda, a excepción de los diseñadores/as, nunca han tenido mucho reconocimiento, asegura Vega. El oficio de modistas/os, costureras/os, confeccionistas, patronistas, sastres… es el que sostiene la industria de la moda, pero a menudo pasa desapercibido. “La costura es mucho más que coger el bajo de un pantalón”, explica Ayla. Estos profesionales están detrás de carnavales, festividades como bodas o bautizos, en las series y películas que consumimos… y en nuestro día a día.
Un oficio de segunda
La costura ha sido asociada a lo largo de los años a las mujeres, considerándose un oficio “de segunda”. A día de hoy, las costureras, modistas, patronistas… siguen siendo muy superiores en número a los hombres. María, una joven que estudió diseño de moda y se especializó en vestuario, cree que “al ser una profesión tradicionalmente femenina hace que esté mucho menos valorada porque al final ningún hombre en una posición de poder se ha dedicado a la costura”. Ayla coincide, y apunta a que cada vez “hay más hombres en el sector, pero se dedican sobre todo al diseño”. Estas cuestiones hacen que este sea un sector feminizado e infravalorado.
Cristina Piña es una diseñadora española de renombre que “concibe la moda como la combinación perfecta entre tradición y vanguardia”. La diseñadora, conocida sobre todo por sus vestidos de novia de diseño único (hechos a medida y personalizados), considera que el diseño no se infravalora, mientras que “la modistería a veces sí”, principalmente “por desconocimiento y por lo poco valorados que están los oficios en general en nuestra sociedad”.
Todas estas profesionales coinciden en que los oficios dentro de la industria textil, que requieren habilidad manual, suelen ser menos valorados que otros como el diseño, más relacionado con la creación e innovación. A esta minusvaloración del trabajo manual se suma en el caso de costureras o modistas, la entrada del fast fashion.
«El fast fashion lo ha cambiado todo»
El avance en la maquinaria y la automatización de los procesos de creación textil ha impulsado una forma de producción masiva y constante de prendas de ropa, dando lugar al fast fashion o moda rápida. Esta aceleración en la producción, según Piña, tiene “un impacto positivo al hacer de la moda un bien al alcance de todos”, pero al mismo tiempo “ha degenerado tanto que ha terminado desprestigiando y banalizando la moda y el oficio de la costura”. María coincide con la diseñadora. Asegura que “el fast fashion lo ha cambiado todo”. “Creo que ha hecho que nos desvinculemos mucho del crear prendas y esto nos lleva a un desconocimiento, y por tanto a valorar menos y a creer que la ropa es de usar y tirar”, argumenta. “Gracias a Inditex tenemos acceso a todo tipo de prendas muy baratas y esto hace que la gente no se pare a pensar en los procesos que conlleva fabricar estas prendas”, añade.
Vega coincide en que esta dinámica al final “le da poco valor a la confección”. “Realmente lo que no te cuesta dinero al final no lo valoras. Con eso de que una camiseta te cuesta tres euros pues dices ‘Me compro tres’, y cuando se te rompen pues te compras otras”. Y prosigue: “Con el fast fashion no eres consciente de que para crear la ropa hace falta mucha gente y profesiones. La persona que hila, la que hace el patrón, la que confecciona, la que hace la serigrafía…”. Sin embargo, asegura que no ocurre lo mismo con la alta costura: “A la alta costura sí le das valor, porque eres más consciente de que hay unas manos detrás por las que pagas”.
Ayla apunta a que el fast fashion ha hecho que la gente cambie su modo de consumir. “Antes la gente arreglaba muchísimo más la ropa”, señala, “pero hoy en día si te queda pequeño o grande un vestido vas al Zara y te compras otro”. “Eso también nos afecta muchísimo a las costureras”, lamenta.
María añade que, mientras que en España siempre ha habido mucha tradición textil, “con el crecimiento del fast fashion se han ido yendo las empresas y esto hace que se conozca menos la profesión en sí y que se valore menos”. A su vez, tiene la sensación de que cada vez se exigen más los tiempos de las empresas de moda rápida porque los clientes “pueden llegar a creer que si [una prenda] se puede hacer en Asia así de rápido y en esas condiciones por qué no lo ibas a poder hacer tú aquí”.
Aunque estas profesionales han tenido carreras muy distintas, todas coinciden en que su parte favorita de la profesión es el resultado. Vega comenta que le encanta “ver qué eres capaz de conseguir con un trozo de tela y algo de habilidad manual”.
“Me encanta ver cómo una idea o un dibujo pueden llegar a convertirse en algo tridimensional que pueda llevar alguien, e incluso pueda hacerles cambiar de actitud y alegrarles, me parece una cosa casi mágica”, comenta María Ilusionada. Piña también cree que la «magia» es algo unido a esta profesión. «Ver evolucionar los vestidos desde el boceto es algo casi mágico. Y ver a nuestras novias llevarlos en su gran día es magia de verdad», asegura en una de sus publicaciones de Intagram.
Ayla confiesa que lo que más satisfacción le da de esta profesión es “poder sacar de un trozo de tela un vestido, una blusa… Ser capaz de crear con tus propias manos una prenda, y sobre todo que le guste a la clienta”. Anima a cualquier persona que esté interesada por la costura a acercarse a ella y recuerda (sobre todo a la gente joven) que “la costura es una cosa de señoras”.
En definitiva, estos oficios textiles, a pesar de que pasan desapercibidos, son una parte fundamental de la industria de la moda. Exigen paciencia, pasión, entrega y tiempo, algo que puede que se nos olvide comprando en marcas grandes. Por esto estas modistas, patronistas y diseñadoras reivindican su profesión.