Las redes sociales forman parte del día a día de cada vez más personas. En ellas mostramos a nuestros amigos y amigas, parejas, nuestros viajes o nuestras comidas. Esta exposición constante de la privacidad de decenas, cientos o miles de personas puede llegar a tener impacto en nuestra salud mental y física.
De hecho, diversos estudios han demostrado que las redes sociales pueden influir de manera negativa en la percepción de nuestro cuerpo. Exponernos a una constante presión por cumplir con unos estándares de belleza inalcanzables puede pasar factura. Y es que no es difícil encontrar publicaciones en YouTube, Instagram o TikTok que promuevan la gordofobia, la obsesión por las dietas, o incluso los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
Una investigación de la Universidad de Vermont sobre los “mensajes normativos sobre el peso” en Tik Tok desvela algunos peligros que esconde esta red social. Uno de los factores más preocupantes es que la mayoría de sus usuarios pertenecen a la Generación Z. En julio de 2020, la propia compañía aseguró que un tercio de sus 49 millones de usuarios diarios tenían 14 años o menos. La exposición a contenidos que refuercen los “ideales de delgadez”, la “normatividad del peso” o “la cultura de la dieta” para estos grupos es muy peligrosa, ya que a esas edades las personas suelen ser más influenciables.
Agui Sabate, psicóloga de Dulae explica cómo “las redes nos muestran vidas, amigos, familias y también cuerpos ‘perfectos’, espejos donde mirarnos y comprobar si encajamos o no en esa perfección”. Este reflejo hace que nos comparemos, según explica Sabate, y a partir de esta comparativa “nos preguntamos si estamos o no cerca de ese ideal, y en función de la respuesta nuestra autoestima, nuestro estado de ánimo y por supuesto la relación con nuestro cuerpo se verá influenciada”. En definitiva, “las redes sociales son un factor clave a la hora de desarrollar, mantener e incluso favorecer la aparición de un TCA”.
En el año 2019, una campaña para concienciar sobre el uso de las tecnologías y el uso de redes sociales revelaba que las publicaciones que incitan a la anorexia o la bulimia habían aumentado “un 470% desde 2014”. Además, apuntaba que un 60% de las personas que padecen este tipo de trastornos buscan específicamente este contenido en redes sociales.
La psicóloga añade: “Este tipo de vídeos atrapan a personas que muestran vulnerabilidad y preocupación por su cuerpo y su alimentación. Convirtiéndose así en un factor precipitante a la hora de desarrollar un TCA”. Y en el caso de las personas que ya padecen un trastorno así: “se encuentran inmersos en un sinfín de estímulos que refuerzan sus creencias negativas, normalizan las conductas peligrosas, y dificulta la toma de conciencia sobre el trastorno”.
El algoritmo de TikTok
La psicóloga de Dulae resalta que el problema de TikTok no reside tanto en que es una plataforma donde predomina el vídeo, sino en su algoritmo. La aplicación muestra a sus usuarios los vídeos que parecen interesarles más en función del tiempo que han estado viendo ese contenido y su interacción con él.
“Si el algoritmo piensa que te interesan los ‘tips’ para verte más delgada, ‘trucos’ para que no piensen que has vomitado, etc. comienza una barra libre de estímulos que van a mostrarte cada vez más contenido similar y a reforzar esa idea de la que partías. Algo muy difícil de controlar”, denuncia Sabate.
Las pautas de la plataforma prohíben el contenido que promueva comportamientos o hábitos alimenticios poco saludables. De hecho, la aplicación ya ha eliminado en varias ocasiones perfiles que promovían los TCA, pero el propio algoritmo de TikTok favorece que a los usuarios se les ofrezca contenido sobre dietas restrictivas, vídeos que idealizan la delgadez… si muestran su interés en estos temas e interactúan con ese tipo de contenido. Si se buscan términos explícitos como “anorexia” o “bulimia” la aplicación no devuelve ningún resultado y redirige al teléfono de ADANER (Asociación en Defensa Atención Anorexia Nerviosa y Bulimia).
Sin embargo, no es tan difícil encontrar contenido en la aplicación que trate abiertamente sobre estos temas. De hecho, Maldita.es hizo la prueba y “sin haber buscado anteriormente este tipo de vídeos”, dieron con ellos “en tan solo 10 minutos”.
Favorecer este tipo de contenido puede ser perjudicial para cualquier usuario, pero los menores y adolescentes son especialmente sensibles a este tipo de vídeos. Casualmente, son los que más expuestos están a ellos. El periódico The Guardian —que recoge los resultados de un estudio realizado por el Center for Countering Digital Hate (CCDH)— señala cómo este tipo de vídeos se muestran tres veces más a los usuarios “vulnerables”, es decir, los que tienen 13 años (la edad mínima para registrarse en la aplicación).
La “glorificación de la pérdida de peso”
La “glorificación de la pérdida de peso” ha sido una constante en las publicaciones que han analizado en el estudio de Vermont, así como la sugerencia recurrente de que “si se esfuerza lo suficiente también puede perder peso”. Este tipo de mensajes refuerzan la creencia de que el peso es un indicador importante de salud y de autoestima.
En una investigación realizada por Maldita.es revelan que en la aplicación se pueden encontrar vídeos con “consejos para vomitar, escenas de hospital o dietas con cantidades extremadamente ínfimas en calorías que, prácticamente, recomiendan la inanición”. Sabate también advierte del peligro que se presenta “a través de retos, mensajes, ingesta de productos… Te hacen creer que necesitas hacer esos cambios para ser feliz, lo ponen fácil y el espectador se lo cree”. Este es otro de los peligros que señala el informe. La imagen de que “la pérdida de peso y la delgadez son alcanzables y deseables para todos”, ya sea mediante el control de la comida o el ejercicio —omitiendo otros factores del estilo de vida que juegan un papel en el peso y la comida—.
Los vídeos sobre recetas, alimentos o dietas también son muy comunes en esta plataforma. Sin embargo, no todos tienen como objetivo aprender a hacer nuevos platos. Muchos de ellos están destinados a “lograr un determinado objetivo corporal”, y ponen etiquetas de “bueno” o “malo” a los alimentos.
“Comer un alimento considerado ‘malo’ según los estándares de la cultura dietética puede conducir a percepciones negativas de uno mismo después del consumo”, asegura el informe. Los investigadores advierten que esta dinámica puede acabar con una “hiperconciencia sobre la elección de los alimentos y fomentar la creencia de que ciertos alimentos deben evitarse porque causarán aumento de peso o mala salud”. Esto puede provocar una relación negativa con la comida o incluso trastornos alimentarios como la “ortorexia nerviosa”, que indica una obsesión por comer sano o “correctamente” y una fijación con el “poder” de los alimentos para definir la salud física.
La falta de profesionales pasa factura
El estudio de Vermont señala otra desventaja de esta plataforma, y es que “es posible que muchos profesionales de la salud ni siquiera sepan qué es TikTok o cómo usarlo”, por lo que no pueden contrarrestar los mensajes peligrosos que se dan en los vídeos. Denuncian la “falta de voces expertas que brinden información sobre nutrición”, ya que la mayoría de personas que protagonizan estos vídeos son influencers sin formación en el ámbito.
Sabate coincide, pues considera que “en la sociedad actual los influencers se han convertido en personas a las que admirar”. Tienen muchos seguidores y sus mensajes calan fácilmente. “El problema es que los profesionales de la salud no tenemos ese tirón o simplemente no resultamos tan interesantes o divertidos”, explica la psicóloga.
Además, estas personas a menudo “recomiendan sus métodos sin tener constancia de su formación, de sí son saludables o seguros”, sin tener en cuenta tampoco a la persona a la que le llega el vídeo, “no conocen sus patologías, su situación personal, su salud mental, sus necesidades, etc”, algo “bastante peligroso”. Recuerda que es clave “diferenciar hacer divulgación sobre salud mental de ser un influencer de salud mental”. “Hay una línea muy fina”, comenta.