“Yo era lectora, no escritora”: Los primeros pasos de la escritora María Elena Peñalver

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A menudo un escritor o escritora no nace de un día para otro. Hay quien opina que publicar un libro no te hace escritor, pero también hay quien dice que un escritor puede serlo mucho antes de publicar su primer libro. Este último es el caso de María Elena Peñalver, autora de La Tahona (2021, Tregolam). 

Las primeras historias de esta escritora fueron para su hijo, a quien contaba “cuentos de castillos y caballeros andantes” hace ya más de una década. Estas pequeñas anécdotas despertaron en María Elena una afición hasta entonces desconocida: narrar. Después de los cuentos llegaron los diarios, que usaba para contar pequeñas partes de su día a día a “modo de terapia”, una terapia literaria. Y después de los diarios llegaron los libros. 

La ahora autora, confiesa que antes de dar el paso hacia la publicación la inseguridad era un sentimiento con lo que convivía a diario: “Yo era lectora, no escritora”. El salto fue duro, pero satisfactorio, y llegó en el momento más inesperado:. “Cuando ya estaba separada y vivía en mi casa de alquiler tuve un poco de dinero, y pensé, voy a hacer algo que siempre he querido hacer y al final nunca he hecho”, explica. María Elena cambió el “no vales tanto para hacer esto” por el “me voy a arriesgar y voy a publicar”. 

Para ese momento, la autora ya tenía escritos cinco libros, cinco historias que quería dar a conocer. Fueron sus familiares y amigos —sus primeros lectores— los que tomaron la primera decisión editorial: publicar La Tahona. Esta obra, como explicaba la escritora en una entrevista durante la pasada Feria del Libro de Madrid, trata la historia de cinco mujeres de diferente condición social y edades que se van conociendo y uniendo gracias a tener antepasados comunes. Destaca como punto fuerte el reflejo del “poder de las mujeres, de cómo pueden resolver sus problemas con ayuda de la amistad y cómo pueden salir de situaciones duras”.

María Elena no olvida lo tedioso que fue el proceso de publicación, y comenta que “la espera de la editorial” fue uno de los momentos más duros. “Tienes tantos miedos y ves a tanta gente tan buena que piensas que no puedes llegar a eso. Te dices a ti misma: ‘Seguro no que vale’, ‘Seguro que me van a echar para atrás’, pero cuando ves que llegan las correcciones y no es para tanto, respiras aliviada”. Y recalca que lo “peor” es la “espera de la editorial, no del público”. 

La recepción de los lectores y lectoras es una de las cosas favoritas de esta autora. “Lo que más me gusta es que me lean, les guste o no les guste. Aprendo más de las malas críticas que de las buenas casi”. Porque al final una escritora se debe a su público, y María Elena está siempre encantada de escuchar las opiniones de quien la lee. Explica que ella “nunca” va a preguntar una opinión, pero confiesa que es algo “mágico” cuando las personas conectan con sus personajes y se sienten identificadas. “Un premio literario da caché o dinero, pero los escritores trabajamos para conseguir transmitir emociones, ese es el mejor premio que nos pueden dar”, comenta emocionada. 

Buscando que su público se sienta identificado, la escritora se mete de lleno en los personajes. Investiga e investiga para poder saber de primera mano cómo se sentirían sus protagonistas en cada momento. Y confiesa entre risas: “Yo nunca sería capaz de escribir una novela policíaca porque no tengo la mente para meterme en el papel de asesino”. 

Escribir para María Elena es algo terapéutico. “Me gusta crear otros mundos, crear otras historias para evadirme de mi día a día. Me encanta el poder que tengo sobre las vidas de los personajes, porque al final no tienes control de tu vida, es la vida la que decide por ti, pero en los libros eso no pasa, soy yo la que decido”. 

No hay un método de escritura más válido que otro. Algunos escritores prefieren planificar el argumento de su novela antes de empezar a redactarla, pero este no es el caso de María Elena. Esta autora adora “el caos”, adora no saber cómo se va a desarrollar la acción. “No planeo lo que voy a escribir, no sé cuáles son los personajes que van a salir”, confiesa. El caos tuvo un gran papel en el nacimiento de La Tahona. “Me levanté en mitad de la noche a escribirlo”, explica la autora en relación a Basilio, uno de los principales personajes de la novela. “De Basilio me surgió Violeta” —otra de las protagonistas— “y poco a poco la historia se fue creando a sí misma”

Pero una novela no puede ser únicamente hija del caos, necesita algo más. “El día a día del escritor es releer según vas escribiendo, mirando lo que has hecho atrás porque todo tiene que guardar coherencia”. La autora confiesa que esta es de sus partes favoritas: “La escritura es un puzzle y lo divertido es montar ese puzzle”. Montar la historia escena a escena es lo que más entretiene a esta autora: “Cuando escribes una escena y la disfrutas, esto te da un subidón que no tienes cuando estás investigando. Cuando estás en este punto es como si fuera una droga, te activa, aunque no sabes cuándo volverás a tener la misma sensación”. Aún así, la investigación y la documentación también son etapas a las que María Elena pone mucho empeño y cariño, porque trata de “disfrutar todo el proceso”.

Después de todo el esfuerzo, esta autora tiene claro que “todo escritor deja algo de sí en su obra”, puede ser “un miedo, una ilusión, un amor, un familiar, algo que te haya pasado…”. Para La Tahona, María Elena estuvo cuatro años trabajando antes de poner el punto final. “Cuando terminas y ves todo el camino que has recorrido no te lo puedes creer. Hay momentos en los que piensas que no vas a poder, pero al final lo haces”.  Esta escritora explica orgullosa todo el esfuerzo que ha hecho en su primera novela. Pronto publicará la segunda, a la que ha puesto el mismo cariño y el mismo esfuerzo, y por esto mismo tiene algo claro: “Me queda el mundo entero”.