¿Sabías que cuando hablamos de arte hablamos también de filosofía, matemáticas, estética, química, informática…?
“Parece que el arte se ha puesto de moda”. Estoy de acuerdo: miles de personas acuden a diario a exposiciones, encuentros culturales, museos o tours turísticos; gran parte de la población compra camisetas, sudaderas, bolsas de tela con estampados de obras maestras cuyos artistas son conocidos a nivel mundial, pero ¿qué se les pasa por la cabeza cuando acuden a alguno de estos actos o se ponen alguna de estas camisetas?
Y ¿en qué piensan los espectadores que, quizás, no son expertos en la materia? Es interesante destacar que el arte debería ser visto como algo más que una destreza técnica. Un cuadro de, por ejemplo, Matisse puede relacionarse con la joie de vivre de principios del siglo XX, esa alegría de vivir que significó tanto en el arte contemporáneo y que hoy en día sigue impactando a millones de espectadores. Muchos se quedan pasmados por el gran colorido y el tan famoso puntillismo recogido de la tradición de los “neos”, pero el significado real suele desconocerse.
No suelen relacionarse las obras de, por ejemplo, Bernini, Rembrandt o Vermeer con la obra de Descartes y su tratado Les passions de l’ame. Muchos se paran frente a las esculturas y las pinturas barrocas y piensan “qué calidad técnica, qué realismo figurativo”. Y es absolutamente lícito, no todos son expertos y no se debe ser uno para admirar el arte, es más, la subjetividad frente una obra de arte es lo que la dota de valor y significado.
De todas las miradas que un espectador puede ofrecerle a una obra de arte, la que más me fascina es la que yo me atrevo a llamar “la mirada virgen”: aquella que proviene de alguien que no entiende prácticamente nada de arte y que, sin embargo, se interesa por él y su valor histórico-cultural. Cuando has estudiado sobre la materia, te enfrentas a las obras con unos conocimientos previos y la reacción casi instantánea del cerebro del historiador es recordar todo lo aprendido y estudiado sobre aquello que ve: referencias, aspectos formales, paralelismos, influencias… No obstante, un aficionado se enfrenta a una obra de arte y capta lo que le llama la atención en base a sus gustos y conocimientos, ya sea un retrato, una fachada o una escultura.
El contraste entre el entendido y el aficionado se nota mucho más cuando lo que hay delante del espectador es una obra del siglo XX. Cuando te enfrentas a un Pollock o a un Egon Schiele, nos preguntamos qué ve, qué piensa el espectador sobre su obra. ¿Seguirá la teoría del expresionismo abstracto o el expresionismo austríaco, o se dejará llevar por los aspectos técnicos y formales de cada artista? ¿Leerá las cartelas y sacará sus propias conclusiones o simplemente se sentará frente a la obra y la observará?
La figura del historiador del arte parece estar en constante batalla reivindicativa. Se le critica, se le juzga y menosprecia, se valora poquísimo el trabajo de un historiador del arte porque para la gran mayoría miramos “cuadros con puntos y rayas”. Esa afirmación denota mil cosas, pero, sobre todo, ignorancia.
Es por ello por lo que se valora tanto el acceso a la información en un acto cultural. No podríamos comprender un Henri Michaux sin saber sobre el contexto histórico-artístico que envuelve al artista, sus precedentes y su teoría artística (o la ausencia de ella). La mayoría, con sus atrevidas e infundadas críticas, se atreverían a decir “eso lo hace mi hija de 3 años”, cuando, realmente, es imposible que un infante de 3 años tenga la capacidad suficiente como para llegar a representar algo parecido a lo que representan artistas como Picasso, Zao Wou-ki o Jean P. Riopelle, entre otros.
La mayoría de los museos y otros espacios culturales se han puesto al día con las nuevas tecnologías y proporcionan gran cantidad de información (y de calidad) sobre lo que se está exponiendo: cartelas, folletos, trípticos, audioguías, visitas guiadas, comisarios, QR con links a los que se puede acceder a más información, por si la que está en sala no les resulta suficiente (quizás esto solo les pasa a los frikis del arte). Es por ello por lo que cada día resulta más difícil justificar este tipo de críticas y desconocimientos a la hora de enfrentarse a una obra de arte.
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