Por qué no tenemos que evitar la tristeza

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Rocío Cruz y Nerea Eguiguren

La tristeza es una emoción que ha sido objeto de estudio y debate por parte de psicólogos, filósofos y otros expertos durante muchos años. Mientras algunas personas argumentan que este estado de ánimo es perjudicial y se debe evitar, otras consideran que es una emoción necesaria para la supervivencia del ser humano.

El Dr. Pau Soldevila, especialista en Neuropsicología, explica que la tristeza puede tener múltiples causas de origen: pérdidas significativas, estrés crónico, soledad, trauma y cambios significativos en nuestra vida como divorcios o cambios de trabajo. Según el experto, la emoción se manifiesta de diferentes maneras como llanto, desánimo, desinterés, pena, desesperanza, decepción, abatimiento, apatía, irritabilidad y falta de energía.

Doctor en Psicología General de la Salud y especialista en Neuropsicología Clínica, Pau Soldevila. Enlace a su página web.

La tristeza se manifiesta en nuestro cuerpo a través de cambios en el apetito y en el sueño. “La tristeza a menudo causa problemas para dormir, lo que puede llevar a la fatiga y la falta de energía”, explica Soldevila. Además, esta emoción puede causar una disminución en la concentración y la memoria, así como dificultades para tomar decisiones y resolver problemas. «También puede contribuir a aumentar la ansiedad y el estrés, lo que puede a su vez empeorar la tristeza», aclara el doctor.

Cuando estamos tristes nuestro cuerpo libera hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, lo que puede tener un efecto negativo en nuestra salud a largo plazo. El cortisol es una hormona que se libera en respuesta al estrés y puede afectar el sistema inmunológico, la digestión y la salud mental. La adrenalina es una hormona que prepara al cuerpo para la lucha o la huida, aumentando la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

No toda la tristeza es preocupante

Tendemos automáticamente a relacionar la tristeza con la negatividad, sin embargo, es una emoción primaria que nos ayuda, en muchas ocasiones, a identificar necesidades y ser capaces de poner solución a estas. La psicóloga general sanitaria especialista en trastornos de ansiedad y dificultades de las funciones ejecutivas, Luisa del Campo Martín-Cobos, afirma que la tristeza en un principio es sana y no hay que afrontarla, sino que “necesitamos acogerla para ver qué necesidad nos está señalando que no hemos sabido atender”.

Psicóloga general sanitaria especialista en trastornos de ansiedad y dificultades de las funciones ejecutivas, Luisa del Campo Martín-Cobos. Enlace a su página web.

No siempre la tristeza es síntoma de poca salud mental y no siempre sentir tristeza apunta a las mismas necesidades. “Por ejemplo: si se me muere un ser querido, lo lógico es que sienta tristeza. No tenemos que hacer nada con ella, más que sacarla, expresarla, llorar”, explica Del Campo. “En cambio si tenemos una tristeza que lo que nos hace es señalar que estamos sintiéndonos culpables porque somos demasiado autoexigentes y perfeccionistas, entonces sí. Ahí nos está indicando que tenemos que bajar esa autoexigencia y perfeccionismo y ayudarnos a pensar más equilibradamente”, concluye la psicóloga. 

En cualquier caso, es cierto que sentir tristeza no es una experiencia agradable, de ahí que tendamos a evitarla a toda costa. La pregunta clave, llegados a este punto, es cuándo debemos preocuparnos por la tristeza que estamos sintiendo. El doctor Soldevila responde: “Cuando la tristeza se convierte en un estado de ánimo constante y afecta nuestra calidad de vida, puede producir sintomatología depresiva”.

Cuando la tristeza se convierte en un estado de ánimo constante y afecta nuestra calidad de vida, puede producir sintomatología depresiva

Pau Soldevila

Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), alrededor del 25% de las personas padecen “uno o más trastornos mentales o del comportamiento a lo largo de su vida”. Soldevila afirma que son la ansiedad y la depresión los trastornos mentales más comunes y que ambos pueden causar síntomas de tristeza. A estos escalofriantes datos se suma la pandemia de COVID-19 que “ha agravado esta situación, ya que el confinamiento y la incertidumbre han contribuido al aumento de la ansiedad y la depresión en la población”, concluye el experto. 

Esas similitudes que podemos encontrar entre la simple tristeza y algunos trastornos, como la ansiedad o la depresión, son las que a veces nos confunden. Luisa del Campo cree que estamos viviendo ahora mismo un momento de “extremos”. Nos movemos desde el “no necesito terapia”, “eso es una tontería”, “eso es de locos” al “estoy un poco triste necesito ir al psicólogo”. En medio de estos polos hay un enorme espectro por el que transita la tristeza sin ser un trastorno mental sino una emoción presente en la vida. 

“Hay tristezas que son adaptativas y que no necesitan, en un principio, ninguna terapia. En cambio, hay tristezas que son de culpabilidad o síntomas de una depresión que sí necesitan psicoterapia”, confirma la psicóloga. ¿Cómo sabemos cuál padecemos? Ante la duda, la mejor manera será siempre consultar a un profesional

Analfabetismo emocional 

Seguro que no es la primera vez que escuchas a alguien decir: “Hoy estoy triste, pero no sé por qué”. O, incluso, te ha podido pasar a ti alguna vez. No saber a qué responden nuestras emociones es más común de lo que creemos. La psicóloga Del Campo pregunta de manera irónica: “¿Cuántos años de formación de expresión de emociones hemos aprendido en la escuela?” Tu respuesta seguro que coincide con la de la especialista: ningún año. 

Dentro de lo que podríamos denominar como “analfabetismo emocional” —es decir, la falta de instrucción elemental de la expresión de nuestras emociones en nuestro país— cobra especial importancia el vocabulario que utilizamos. “Muchas veces en la consulta yo pregunto ‘¿cómo estás?’ y me dicen ‘bien’. Y digo ‘bueno, dame sinónimos’. Y ellos no saben porque no tenemos ni siquiera el vocabulario emocional necesario para expresarnos. En esta sociedad no nos enseñan a nombrar emociones”, cuenta Del Campo. 

Para las personas que tienen una mayor dificultad de expresar sus emociones, la psicóloga recomienda escribir y hablar: “Cuando a lo mejor no sabemos identificar fácilmente lo que nos está pasando, escribir y hablar nos ayuda a tomar conciencia”. 

Expresar menos lo que sentimos puede contribuir a un sufrimiento interno. El Dr. Soldevila afirma que otra función importante de la tristeza es que nos ayuda a reflexionar y aprender de nuestras experiencias: “Cuando estamos tristes, nuestra mente tiende a reflexionar sobre la situación que causó la tristeza y a buscar nuevas maneras de manejar esas experiencias en el futuro, por lo que la tristeza nos ayuda a aprender de nuestras experiencias y a crecer emocionalmente”.

Soldevila afirma que existen varias teorías y estudios que intentan explicar por qué podemos sentir tristeza sin saber por qué. “Una de las explicaciones más comunes es que estamos experimentando una emoción reprimida o suprimida. Esto significa que puede haber algo que nos está molestando o preocupando, pero que hemos elegido no confrontar o expresar abiertamente”.

Otra teoría sugiere que nuestra tristeza puede ser una respuesta a ciertas señales ambientales que pueden ser subconscientes para nosotros. Aunque, el doctor asegura que “la tristeza sin motivo aparente también puede obedecer a causas endógenas, es decir, con un origen biológico, que guarda relación con la heredabilidad o predisposición genética. Es la conocida habitualmente como melancolía o tristeza vital, y no suele guardar relación con acontecimientos vitales estresantes y/o negativos”.

Mejor estilo de vida, mejor salud mental

Asumir y entender que la tristeza es parte de la vida, como también lo son la alegría, la pereza, la frustración o la felicidad, es un primer paso para aceptarla y acogerla cuando esté presente. Aunque la tristeza sea inevitable, las personas sí podemos controlar algunos factores que afectarán a la calidad de nuestra salud mental. 

Del Campo apunta a que existen estilos de vida que no ayudan en nada a la salud mental, como trabajar excesivas horas, tener constantes prisas, o una falta grande de tiempo libre. La psicóloga apunta a una serie de factores que ayudarán a que nuestra salud mental sea la mejor posible, por ejemplo: tener una buena alimentación, dormir suficientes horas, realizar deporte y estar en contacto con la naturaleza. Si a todo esto le sumamos una red social y de apoyo de calidad, con quienes compartir tu vida, es posible gozar de una buena salud mental.

Por su parte, Soldevila apunta a que la adicción a las redes sociales, la soledad y la presión social son otros factores que también pueden afectar a la calidad de nuestra salud mental. Por eso, subraya que “mantener una red social saludable y aprender a valorarse a sí mismo más allá de los estándares socialmente impuestos” son cuestiones clave para cuidarnos.  

En cualquier caso, no todos estos factores dependen única y exclusivamente del individuo. La jornada laboral o el estrés derivado del estilo de vida que llevamos no es una cuestión individual y en múltiples ocasiones responde a cuestiones de clase y renta. “A lo mejor tenemos que hacer cambios estructurales en nuestra sociedad para poder llevar una vida más equilibrada en términos globales, que no dependa de la economía de cada uno”, concluye Del Campo. 

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