Cuando Mireya tenía 8 años y sus padres le preguntaban qué quería ser de mayor ella respondía veterinaria, aunque también se imaginaba buscando momias en Egipto o lanzando cohetes en la NASA. Laura fue cambiando de opinión. Desde que cursó Educación Primaria tenía claro que quería ser profesora y, más tarde, en la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) descubriría su vocación, el periodismo. Andrea hasta que no tuvo 10 años no pensó qué quería ser de mayor, después se imaginó siendo pintora. Hoy reconoce que quizá su padre influenció en su decisión puesto que recuerda su infancia haciendo manualidades con él.

Hay quienes conciben el mes de diciembre como la recta final del año. Un mes que aprovechamos para cerrar etapas, relaciones, proyectos, para plantearnos poner fin a comportamientos que queremos cambiar, o simplemente para renovarnos. Enero, por el contrario, es el mes en el que se ponen en marcha todas las acciones mencionadas anteriormente. Estas decisiones son lo que denominamos como “Propósitos de Año Nuevo”. 

¡Llega la Navidad! Diciembre y enero: los meses de la ilusión, la generosidad, la solidaridad, la empatía, la magia y, sobre todo, el consumo y el gasto. De manera casi proporcional, a medida que las navidades se acercan y se suceden, nuestro bolsillo se va vaciando. Regalos, cenas y comidas familiares, de empresa, amigos invisibles, caprichitos, decoraciones… Hoy en día, una gran parte de las actividades y reuniones que hacemos en estas fechas tan señaladas se traducen en consumo, habitualmente, innecesario.