Ainhoa Ruiz de Angulo se encontraba en un bar de su ciudad, Vitoria, cuando comenzó a sentir la mirada del resto de personas que habitaban la sala. La joven giró la cabeza y se encontró detrás de ella a un hombre gritando con cara de molestia. Ainhoa frustrada le dio a entender que no podía escucharle porque es sorda: “El problema de la sordera es que no se ve, es difícil reconocerla, es una discapacidad invisible”, asegura.